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jueves, abril 18, 2024
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El costo de vida en un año es del 300 por ciento

Decir que el costo de vida, medido por el INDEC no llega al 45% en un año, es una mentira.

 

Como toda la vida y cada año, el invento del INDEC, modificado por el gobierno anterior -en cuanto a los productos que se incorporaron a la medida del mismo y que sirven para saber la inflación supuestamente- no es cierto.
Porque el INDEC es una medición a la que llaman relativa, es decir, subjetiva y depende de quien la hace, no de quien la padece.
No es difícil saber para quien la padece el precio real de los bienes y alimentos.
Un kilogramo de cebollas estaba 17 pesos en marzo 2020 y hoy cuesta 60 pesos. Un kilogramo de papas costaba 20 pesos y hoy está a 50 pesos la más barata.
Un ciclomotor costaba 25 mil pesos y hoy vale 75 mil pesos.
Un lavarropas, el más barato se podía conseguir a 5 mil pesos, cuando hoy comprarlo son 15 mil pesos.
El aceite, el cuarto de bizcochos, los fideos y un automóvil, tienen el mismo ejercicio matemático. El portland, el metro de arena y los mil ladrillos.
Carnes, huevos, no son diferentes.
Una tremenda devaluación real ha licuado los salarios y los irrisorios aumentos, especialmente en el sector privado.
La ciudad, Las Colonias, la provincia y el país se ha empobrecido a nivel asfixiante y para empresas y hasta clubes enteros, destructivo.
Ni hablar de los jubilados y pensionados. Son cartoneros con carnet.
No es culpa del campo. Menos de las industrias, ni de las empresas de servicio y ni hablar de los comerciantes.
Esto es consecuencia de las decisiones políticas que se han tomado. Pandemia incluida.
¿Pudo ser peor la consecuencia. Pudo ser mejor? Posiblemente ambas cosas.
Pero claramente, si la carne vale 750 pesos no es culpa del ganadero. Porque en Europa la carne vale entre 1.500 pesos y 5 mil pesos el kilogramo y hasta hay cortes especiales que llegan a los 90 dólares o su equivalente en Euros.
El problema central es la devaluación brutal que padece el peso y la merma tremenda en el salario de los trabajadores.
Y sucede en un país en donde los empresarios más ricos evaden los impuestos y los medianos y pequeños ya flotan con el agua al cuello, porque no pueden ni nadar, sino dejarse llevar por la corriente, Dios sabe hacia dónde.
Y ahora hay que salir de un país congelado. Lo primero que hace el gobierno nacional es aumentar los impuestos para hacerse de plata, como con la nafta y los combustibles.

Los aumentos en los precios de los combustibles, en realidad, son aumentos de impuestos nacionales. Plata fresca y rápida que engorda al Estado Nacional.
No hay recomposición en el valor de la nafta y combustibles a las petroleras, y es lo que viene. Están abajo en el precio en un 8%.
Los pagos de los servicios, los alquileres, son otras ollas a presión de los que deberá el gobierno salir. Y seguro sumará heridas populares.
Y en un país en donde en lo político está lo peor.
Un gobierno nacional titubeante, poco claro, a veces hasta deshilachado cuyo triunfo mayor- con selfie incluida- fue una derrota del 70% de la población argentina: el aborto tan querido por el FMI, el Banco Mundial, la ONU y los banqueros del establishment (conjunto de personas y entidades influyentes que procuran mantener y controlar el orden establecido) en un mundo de poderes cada vez más supranacionales.
Pero no es todo. Porque en la vereda de enfrente hay un grupo de farsantes, donde se entremezclan los mentirosos con los fracasados, tirando cascotes y haciendo ring-raje.

A los que las corporaciones periodísticas en su delirio interesado presentan como gurúes de la economía y patriotas locamente enamorados de la República.

Daniel Frank