Un jubilado gana alrededor de 23 mil pesos, en cuanto a la enorme mayoría degente que ha trabajado toda su vida y aportado al Estado Nacional.
Con esa cifra y saber que una persona necesita mil pesos por día sólo para comer, llamar jubilación a ese monto pagado por el Estdo Nacional es un acto siniestro y ofensivo.
En ese punto se podría llamar ayuda alimentaria, con un poco de verguenza porque comer le lleva a un jubilado por lo menos 30 mil pesos, y ya la cifra es superior en siete mil pesos por mes.
Bajo este concepto y a fin de tener una vida digna durante la ancianidad, quien pueda hacerlo, podría hacer una jubilación privada con parte de su salario, aportando en cualquier banco extranjero, como los brasileños, para contar con un dinero de jubilación en los años postreros de la existencia y no convertirse en una carga económica para la familia.
Con la mejora dela medicina y la ciencia, que ha extendido la vida, las jubilaciones tendrán todos los años un mayor número lo que aumentará en cada año a la gente que no se quiera jubilar para no descender en su nivel de vida y ello provoca ya, un problema laboral muy serio porque las empresas necesitan renovar su personal de manera periódica, dependiendo esa urgencia del sector en que se ubica sobre todo en sus vínculos con la tecnología y las ciencias.
Pero, cómo culparlo si sabe que cuando firme su pedido de jubilación, hoy es un trabajador y mañana, en 24 horas, es un indigente argentino.
La jubilación en la Argentina y en gran parte del mundo, con excepciones, es una drama social cotidiano al que no se le ve una solución y se la somete a una vida y a una muerte indigna para quienes han trabajado toda su existencia.