Una familia con su hija campeona nacional de danzas modernas ha venido el domingo a Esperanza para pasar la tarde en lo que califican “es un paraíso” que les queda apenas a 30 kilómetros de su ciudad, Santa Fe.
El Parque Nacional de la Agricultura está “sembrado” de familias, amigos tomando mate y tereré y una pareja de jóvenes novios, ella de Esperanza, él de Humboldt, que “casi te diría que vivo en Esperanza” confiesa sentados junto a su pareja en el césped a la vera del enorme lago lleno de patos y tortugas, que son alimentados especialmente por niños acompañados por sus padres y abuelos.
Una familia esperancina, compuesta por integrantes de todas las edades, juega al voley en la cancha de arena y otras disfrutan con sus hijos al básquet en el playón.
Esparcidos en el césped están tres familias con padres que son amigos y ex compañeros de colegio de la ciudad de Gálvez. El lugar es un reencuentro para charlar de tantas cosas comunes, siendo una familia que reside en Esperanza la anfitriona. Se confiesan felices porque el lugar esespléndido.
Otra familia, la ciudad de Santa Fe, como el 80 por ciento de los consultados, que vienen desde distintos barrios de la ciudad capital de la provincia, dicen que lo mejor que tienen aquí es paz y seguridad para que los grandes y los chicos puedan pasar horas felices sin inquietarse.
Una familia que viene de Santa Rosa de Lima dice que los precios están buenos, aunque el paseo en bote por media hora por valor de 250 pesos les resultó “saladito” dado que debieron utilizar dos de ellos. “Pero bueno, qué no está caro hoy” justifican mientras los tres adolescentes devoran unos sandwiches.
Desde la tarde, el paseo en bote por el lago es incesante, pasean de un lago a otro, se detienen en la isla a mirar patos y tortugas y un pibe con una guitarra, cuando gondolero, canta en medio del lago sus canciones favoritas mientras hace sonar su guitarra, dándole un marco inesperado y romántico al atardecer donde se conjugan, agua, puentes, patos e isla, verde y una fronda que es espectacular y donde se respira una profunda paz.
“Yo vivo aquí porque cuido la ancianidad de un famoso escultor esperancino” cuenta una santafesina rodeada de su familia.