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miércoles, abril 17, 2024
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¿Cuántas joaquinas más deben morir?

Una niña de Santa Clara de Buena Vista decidió morir antes que seguir conviviendo con los seres humanos que les tocó en suerte. Los de su familia, los de su escuela, los de su iglesia, los de las instituciones y de su pueblo.

Joaquina tenía apenas 13 años. Era golpeada brutalmente y abusada sexualmente desde los 6 años. Eso señalan los centenares que ahora parecen saberlo todo,  que pasaron años, pero nadie hizo lo suficiente. Sea o no sea así. Con denuncia ante las anterioridades o sin denuncia. Lo cierto es que una nena de 13 años no se suicida por equivocación.

Ni su familia, ni la policía, ni la Justicia, ni la escuela donde iba todos los días. Ni los que convivían con ella en un pueblo de 3.200 habitantes lo vieron antes de la tragedia final. Eran como si los golpes y los abusos fueran un relato de ficción y la niña un ser invisible.

Santa Clara de Buena Vista no es el único pueblo donde suceden estas atrocidades.

Más aún, hay poblaciones de Las Colonias en donde las propias madres “ofertan” a sus pequeñas hijas desnudas por internet, por dinero. Hay madres donde obligan a sus hijas a tener relaciones sexuales en grupo con sus nuevas parejas y hasta entre hermanos, por perversos.

En mayo de 2016 hubo 36 casos de abusos en un mes en el departamento Las Colonias. Hay profesionales médicos que han declarado ante autoridades judiciales números brutales de abusos de niños y adolescentes en Las Colonias. Son criaturas sometidas a un tormento que de sólo pensarlo horrorizan.

De los informes del Minsterio Público de la Acusación de Santa Fe, la mitad son crímenes y la otra mitad son condenas por abusos sexuales contra niños y niñas.

Y son, de acuerdo a las estadísticas históricas, apenas el 10 por ciento de lo que sucede realmente, porque el otro 90 por ciento, se silencia, por el medio que sea o por las razones que fueren.

Eso sucede desde hace años. No es que se ha desatado una epidemia de hombres mayoritariamente -y también mujeres- de sentimientos y acciones perversas. No es una pandemia provocada por una suerte de virus desconocido.

En Las Colonias existe, singularmente, un número extraordinario de asociaciones que defienden derechos, de hombres, mujeres, trabajadores, empresarios del campo y de los centros urbanos, personas con discapacidades, pero, ninguna que defienda a los niños y a sus derechos.

El derecho a tener un hogar, el de contar con  una alimentación apropiada todos los días, el de asegurales el ir a la escuela, el de pertenecer a un club, el de poder hacer actividades artísticas, el de crecer afectiva y psicológicamente sano, el de no tener que padecer violencia ni abusos.

Es como si la sociedad en su conjunto, y los poderes de los ejecutivos y legislativos políticos, de las fuerzas de seguridad, de la justicia, de  las escuelas y de las iglesias, al fin, de la sociedad en su conjunto, se dijeran a sí mismos: “es un tema privado, familiar, no hay que meterse”.

Entonces los agujeros negros, terminan por tragarse las vidas de las Joaquinas. Entonces se maldecirá por Facebook, se hará alguna marcha en un paseo público del pueblo o de la ciudad, los periodistas se ocuparán un tiempo, y se rezará, alguna misa mensual hasta que la gente se olvide.

Los niños seguirán siendo un tema menor. Hasta que algún otro pueblo o en alguna otra ciudad, otra vida de una niña o de un niño, sea enterrada en vida con un abuso sexual, o directamente en tierra en el  cementerio del pueblo, por mano ajena o por mano propia.

De 12 millones de niños, seis millones viven debajo de la línea de la pobreza. Mientras los periodistas, casi estúpidamente y embruteciendo a la sociedad argentina, siguen  analizando todos los dias lo que dijo Mirtha Legrand o Marcelo Tinelli.

Es hora de poner a los niños en el primer lugar de la agenda, todos.

Daniel Frank