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viernes, marzo 29, 2024
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Fábricas y escuelas para vencer a la delincuencia

Uno de los clamores de la sociedad, pueblo o ciudad es tener más seguridad. Y aplauden cuando llegan más balas y chalecos antibalas a la comisaría del barrio o del pueblo. Es decir cuando se arma a un ejército para enfrentar a otro ejército, en las calles del pueblo.
Suele suceder que una sociedad aplaude sumar más cámaras de seguridad a las calles de la ciudad o pueblo. El resultado de ello será que haya más presos, que se agranden las cárceles y comisarías, pero jamás, se sume más seguridad.
Resulta sorprendente en un país que tiene el 50 por ciento de seres humanos criándose en condiciones incluso de pobreza extrema, haya tan pocos delincuentes. Si se considera que Argentina tiene 50 millones de personas, 25 millones viven todos los días padeciendo necesidades, hasta del alimento diario. Realmente hay que tener un pueblo muy educado en el trabajo para que los números de delincuentes en pueblos y ciudades tengan niveles tan bajos de criminalidad.
Hay un país, provincias, ciudades y pueblos, muy parecidos a otros países del mundo, que viven en la timba financiera y en la timba inmobiliaria. Estos pocos son los que se enriquecen, sin producir, empobreciendo.
Entonces, ¿cómo se derrota a la inseguridad?. De verdad, no hay que ir a Harvard para saberlo. Con haber leído dos Anteojitos y un Billiken alcanza.
Primero, que los funcionarios de los tres poderes no roben y no dejen robar. Segundo que no sostengan sistemas económicos que los haga ricos haciendo negocios privados con la política.
Un ejemplo. En el año 1930, gobierno de Hipólito Irigoyen, Argentina se ubicaba sexto entre los países industriales del planeta y era el primero en la historia mundial que tenía una empresa del Estado Nacional energética, YPF. Militares y empresarios del sector dieron un golpe de estado.
Qué hicieron esos militares. Cuenta la historia que crearon sociedades mixtas. Y que así habrían nacido las fortunas de los Bulrich, Pertiné, Alsogaray, Pinedo, Rodríguez Larreta y siguen los nombres de acuerdo a lo que dicen los historiadores y libros.
Empresas mixtas significaba que cuando ganaban dinero, era para ellos, y cuando perdían dinero pagaba el Estado, es decir la gente.
Eso se ha diversificado en todas las provincias. Especialmente en los negocios de la timba financiera y de la timba inmobiliaria, urbana y rural. Con la participación de los políticos, jueces y demás funcionarios del Estado. Con nombres propios o de testaferros. Los ejemplos son hasta groseros. Esta gente se recicla en el poder, incluso se asombraría de ver que son apellidos que vienen desde el Virreinato del Río de la Plata pasando por todas las formas de gobierno.
Y en materia de seguridad no hay misterio alguno. Se necesita un plan de producción y de educación. ¿Qué pibe o piba de su ciudad, de su pueblo va a pensar en robar si sabe que después de terminar el secundario puede estudiar en la universidad, o instituto, recibirse de profesional y trabajar, formando una familia y teniendo su casa?
Lo que hay que aplaudir es cuando una industria se instala en su pueblo o cuando los muchachos y las pibas ingresan a un estudio terciario o universitario promocionados por los gobiernos. El acceso a la educación profesional y técnica es vital para la seguridad.
Como la construcción y entrega de viviendas a la gente que trabaja, antes que la timba inmobiliaria rural y urbana, que en cada ciudad o pueblo está en manos de pocos nombres que generalmente están emparentados o vinculados con el poder.
Mientras sean más importantes los Ministros de Seguridad que los Ministros de Educación, la seguridad es una utopía, producto de la ignorancia de unos y la viciada ambición de riqueza de unos pocos. Y seguiremos aplaudiendo la compra de balas y de chalecos antibalas.
                                                Daniel Frank