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jueves, abril 18, 2024
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La Esperanza que sigue viva y presente

Por Raúl Junges

“Mi infancia transcurrió en la ciudad de Esperanza, en el Barrio Norte, cuando aún se podía vivir tranquilos.
Me crié donde la familia era el comienzo de todo. No había dramas porque las situaciones se cortaban de raíz, borrón y cuenta nueva.
Era blanco o negro.
Si te portabas mal te daban un chirlo en la cola y/o tirón de orejas (o ambos, de acuerdo a la travesura) o tenías el show de las zapatillas bolleros, donde te quedaba rojo el traste. Los niños no discutían con sus padres, los padres eran la ley. Los primos eran tus hermanos y los compañeros de escuela tus primos y vecinos, los maestros eran modelos y ejemplo; Y ¡hay del que les faltara el respeto!
Me enseñaron a saludar, a despedirme, a decir gracias y a pedir permiso y el lenguaje de los ojos era señal de que algo te ocurriría por meter la cuchara.
Salíamos a jugar a la calle todos; toda una aventura, nos subíamos a los árboles, jugábamos a la escondida, saltábamos la soga, rayuela, quemados, paleta, bolitas, figuritas. Podíamos caminar o andar en bicicleta, íbamos a casa de una amiga o de un amigo y vecino siempre.
Comíamos lo que nuestras madres cocinaban, ¡y punto! Comimos pan con queso, manteca, dulce, té con leche, arroz con leche, huevo, frutas, torta frita, buñuelos, dulce de leche. Mate de leche, chocolatada.
Se nos enseñó el respeto y la humildad por los demás y por la propiedad ajena.
Cuando niño, no se hablaba si un adulto estaba hablando. Si alguien tuvo una pelea, era una pelea de minutos, enseguida nos amigábamos.
Los niños no teníamos armas, y si había alguna eran las bolitas de paraíso,o las orquetas de alguna rama eran nuestros revólveres para el ladrón y los súper héroes, jugué con bolitas, autitos, muñecos, eso no nos definía el sexo, éramos todos iguales, no sabíamos del bullying ni discriminación, éramos doctores, maestros, comerciantes, cantantes. !Cómo gozábamos!
Cuando llegaba la tardecita sabíamos que era hora de entrar a casa.
Nos encantó ir a la escuela porque teníamos amor, cariño y respeto por los maestros y teníamos la dicha de ver a nuestros amigos.
Miramos a nuestro alrededor, de la boca de nuestros ancianos escuchábamos cuentos , historias y consejos porque sabíamos que si le faltábamos el respeto a algún adulto nos darían un chancletazo o escobillazo, o un “varillazo”.
Jamás tocábamos nada en las casas de nuestros abuelos y tíos.
Que lindo era meter los pies en los charcos, eso era diversión y adrenalina pura. Nos encantaba sentarnos en la vereda a reírnos de nuestras travesuras.
Nos metíamos a la casa de nuestros vecinos y la mamá nos daba comida a todos, tiempos en que lo que había se ajustaba para todos.
Nadie tomaba nada sin permiso y no se hacía tanto desorden porque siempre nos ponían a recoger. Conocíamos a todos los vecinos del barrio y todos nos echaban un ojo.
Como quisiera que pudiéramos volver a esos tiempos porque estamos perdiendo a nuestros niños en una sociedad sin respeto a la autoridad, la compasión, el compartir. Sin respeto a los padres y a los mayores.
Hoy los padres modernos se hacen los pendex y se visten como tal.
¡Nunca olvides de donde viniste! Porque quien olvida de donde viene, pierde humildad y su horizonte.
¡Qué hermosos fueron aquellos tiempos de valiosos aprendizajes !