APUNTES PARA UN APLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
LA POLÍTICA: ALTÍSIMA VOCACIÓN
Por Mauricio Yennerich
Una de las formas que asume la lucha que llevamos adelante contra quienes consciente o inconscientemente aumentan la ignorancia y la miseria, es exigir al máximo, procurar la excelencia y estar siempre atentos, al pie del cañón, por si acaso somos llamados a integrar las filas de un Estado con objetivos desarrollistas.
La relación entre los centros académicos y los partidos políticos está bastante bien aceitada en los países centrales, los Thik Tanks, diseñan las estrategias, las expanden socialmente a través de la opinión pública y los políticos profesionales intervienen a partir de ellas.
En contextos periféricos la cosa parece ser más compleja. Los estados nacionales han sido capturados por los actores estratégicos que comandan las redes políticas y económicas globales, y los científicos que advierten esto y operan para generar condiciones favorables para un traspaso de la periferia al centro, son resistidos o puestos como decorado. Son los “críticos” o los anti-sistémicos, como me han llegado a decir en reuniones de campaña para candidaturas locales (¡Anti-sistémico!).
Al interior de los partidos políticos conservadores, que -por lo general- muestran una disciplina hacia los discursos hegemónicos igual o mayor que la de los Estados que aspiran gobernar, los científicos dedicados a la crítica teórica o no existen o están puestos como espejos invertidos. Uno esperaría que las fuerzas progresistas acogieran de buena gana las vertientes de pensamiento que cuestionan los fundamentos teóricos de los discursos que nos trajeron hasta acá. Pero no. No es tan fácil. Y en política no rige la ley de gravedad, según la cual, si ponemos en marcha el carro, los melones se acomodan solos.
El ESTADO Y LA INDUSTRIA, SIEMPRE
Al margen del realismo, cabe preguntar ¿Qué base conceptual y operativa tiene el Estado? ¿Cómo recluta sus cuadros, es decir, como arma su staff burocrático? La respuesta a esas preguntas va a dar como resultado “Estado fuerte o Estado débil”, y ya sabemos que una de las condiciones para el desarrollo es tener un Estado fuerte.
Sin embargo, antes de un abordaje tentativo de esta cuestión, conviene dejar en claro que la preocupación por la calidad institucional del Estado no es una cuestión superficial, sujeta a los avatares de la economía política, sino que está inextricablemente unida a las posibilidades de generar riqueza y bienestar, y re-distribuirla lo más equitativamente posible, en una población dada.
Si se prioriza el desarrollo endógeno y competitivo de la estructura productiva de la industria y se selecciona a los mejores: Estado fuerte.
Si se cubre la demanda de actores endógenos y exógenos (FMI, BM, ETs) con valoración ajena a la idoneidad: Estado débil.
Si se articulan internamente estructuras y líneas de acción del Estado, dando a través de ello cohesividad a su implicación y capacidad de direccionar el proceso de industrialización: Estado Fuerte.
Si dominan formas intra-estatales fragmentarias y la instancia de coherentización está ausente: Estado débil. La lista puede seguir, pero la idea es no abrumar. Como síntesis quisiera compartir un fragmento de la nota que escribió el Diputado del Frente Renovador, Felipe Solá, en Infobae, en la que asume, literalmente, que Francisco es el nuevo conductor, y lo cita en éstos términos: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un verdadero diálogo que se oriente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad no es solo el principio de las microrrelaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macrorrelaciones, como las relaciones económicas, sociales y políticas. Ruego al Señor para que nos regale más políticos a los que de verdad les duela la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres”.