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jueves, abril 18, 2024
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Los dioses del rock vistos con ojos argentinos

Frank Zappa supo acuñar una frase hoy repetida hasta el hartazgo: “Los periodistas de rock son gente que no sabe escribir entrevistando a gente que no sabe hablar para gente que no sabe leer”. No es de sus mejores definiciones; tiene la facilidad del aforismo malévolo —tampoco se sabe de cuándo es; el propio Zappa dice en su libro de memorias que es “de una vieja entrevista”—, pero da cuenta de la tensa relación que hay entre el rockstar y el periodismo.

En Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento (Editorial Jus), Fernando García (autor de 100 veces Charly y Crimen y vanguardia, entre otros títulos) se planta del otro lado, el del periodista. Y no de cualquier periodista: el del argentino y, por extensión, el del latinoamericano. Dicen que en el manual de estilo del diario español El País, el periodista no puede contar las peripecias que tuvo que hacer para llegar a la nota. Pero, como acierta Juan Villoro en el prólogo de este libro: “Cuando un cronista del subdesarrollo entrevista a una luminaria del cosmos rockero, lo más interesante son, justamente, las dificultades”.

Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento

Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento

García resume casi veinte años de su trayectoria en los medios en estas dieciséis magníficas crónicas. Vale la pena nombrar a los músicos in extenso, porque muestra el espesor de su trabajo: Johnny Rotten, los Bee Gees, Jon Bon Jovi, Paul McCartney, Ozzy Osbourne, Dee Dee Ramone, David Bowie, Bono, Noel Gallagher, Paul Stanley y Gene Simmons de Kiss, Damon Albarn, Lou Reed, Neil Young, Regina Spektor —la única mujer—, Phil Collins y Malcolm McLaren, que no es músico pero “inventó” el punk.

Si en la bellísima nouvelle Éste es el mar, Mariana Enriquez comparaba a los rockstars con dioses trágicos, García los muestra en situaciones en donde el estatuto divino tambalea a pesar de su propia voluntad —la de García —de sostenerlo. “Ningún cronista del centro del planeta rock se habría sentado del mismo modo a desayunar en Nueva York con Paul Stanley desmaquillado después de haberse vuelto a maquillar”, dice. “Por eso estas entrevistas, en el sentido más abarcador del término, funcionan como polaroids de un momento único que no está hecho tanto de la actualidad del ícono pop como de su encuentro con todas esas ansiedades, postergaciones y mitologías encarnadas en un cronista cuyo acento debe haberles sonado español, italiano o que quizá ni siquiera percibieron”.

Paul McCartney (Getty Images)

Paul McCartney (Getty Images)

Por momentos, las situaciones son delirantes: Johnny Rotten —el legendario cantante de los Sex Pistols— lo manda a comprar cigarrillos, David Bowie lo ayuda con un grabador descompuesto, la dulcísima Regina Spektor se transforma y cierra la entrevista con un “¡Idiota!”, Phil Collins justifica su participación en Tarzán. Y hay más: la excursión por Banfield para encontrar la guarida de Dee Dee Ramone —los vecinos le decían Tití—, la cacería a Paul McCartney en la General Paz desde un Renault 12. Un Beatle vs. un Renault 12.

El párrafo anterior puede dar la idea que Cómo entrevistar a una estrella de rock es un libro anecdótico o banal. La habilidad de García está en contar aquellas situaciones, pero saber cuándo correrse y dejarlos hablar. Entonces aparecen la búsqueda de trascendencia, la politicidad de los estilos, los egos, los miedos. No hay intimidad; no puede haberla con un dios. Pero hay chispazos. Y definiciones como: “Los grupos [de britpop] vienen a refrescarnos la memoria sobre los años sesenta, lo cual me resulta innecesario” (David Bowie); “U2 se ha plegado al dance y ha pasado de ser una heroica banda de guitarras de Dublín a ser una discoteca global que invita a la cultura pop a la auto parodia” (Bono); “La guitarra eléctrica lo cambió todo, ¿quiere saber por qué? Porque sacó la música de las iglesias, y ésa fue la gran revolución del siglo XX” (Lou Reed).