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jueves, abril 25, 2024
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No se culpe a nadie

Las lógicas del mercado en el negocio inmobiliario de Esperanza.

Allá por el año 1983, Esperanza se abría a la retornada democracia y se construía un nuevo futuro, que iba a traer un sistema de progreso y de desarrollo y la consecuente lógica del mercado.
Progreso significa que hay más cosas y desarrollo que hay más cosas que están además bien repartidas. Son dos palabras de significación socialmente distintas.
Desde entonces, hubo un estallido maravilloso de construcciones, especialmente para los sectores bajos y medios, sea de mano pública o de acción privada. Era el comienzo del desarrollo de nuevos barrios en las periferias, con políticas que alentaban a multiplicar el negocio inmobiliario.
Así nacieron los barrios en derredor de la FAVE, Barrios Unidos, Aarón Castellanos, Los Troncos, y tantos otros.
Un terreno para una casa se compraba en 2 mil pesos, en 24 cuotas. Después, el matrimonio, la pareja o la familia, “ponía el lomo” y edificaba su casa y lo transformaba en un hogar. Era el tiempo en que la gente se sentía tan segura que quienes venían de visita a la ciudad decían que “Esperanza es una isla”. Y era una isla.
Con el paso de los años, nacieron nuevos comercios vinculados a la construcción lógicamente, electricistas, cloaquistas, gasistas, plomeros, pintores y tantos otros oficios relacionados con la construcción.
El progreso del mercado inmobiliario vio también la importancia de poseer terrenos como capital y llegaron a la ciudad inversionistas, que se sumaron a los locales. Incluso hasta la gente “a la que le sobraba un peso” invertía en comprar un par de lotes y hacer un par de casitas para alquilar para sumar otra entrada de dinero. Otros fueron comprando casas.

Los procesos fueron asentando al negocio inmobiliario que hizo a vecinos millonarios y multimillonarios porque supieron ver cómo hacerse ricos en el menor tiempo posible y sin el mayor esfuerzo.
Pero, como en todas las ciudades, el negocio inmobiliario mutó severamente. Hoy el Estado construye poco y a veces casi nada, mientras la gente está más empobrecida y es mucha más que hace 40 años atrás.
Y la gente de clase trabajadora para abajo, ya no sólo no puede hacerse su casita, sino que ni siquiera puede comprarse un terrenito ni en la periferia de la periferia esperancina. O pagar siquiera un alquiler muchos de ellos.
De 45 mil personas, 25 mil viven en casas alquiladas, cuando no amontonados en una piecita en el fondo de la casa de un familiar o directamente en viviendas precarias en terrenos tomados, generando el negocio inmobiliario de “los de abajo”.
La construcción privada para la vivienda en Esperanza como negocio inmobiliario mutó. Hoy es de la clase alta o de inversionistas. Incluyendo el sostenido progreso de los edificios en torres. No siempre del todo habitados.
La gravedad del problema, trajo el negocio a gente de clase bien baja, que no es de la ciudad, pero que encuentra esperancinos “asociados”. Sucede lo mismo que con el crédito. Las organizaciones “secretas” santafesinas son las que le prestan plata a las clases bajas de Esperanza. A pesar de la cantidad de mutuales y bancos que tiene una ciudad de apenas 45 mil habitantes que al parecer no le prestan a ese sector de miles de habitantes.
Y “gente” de Santa Fe y del bloque de localidades del departamento La Capital vieron el enorme negocio que se les presenta. Poquito a poco, fueron imitando a los hábitos bonaerenses, toman terrenos y casas en la ciudad para ser parte del liberal negocio inmobiliario.
La gente que tiene dinero, usa el dinero para hacer negocios. La gente que no lo tiene, el ingenio, la violencia, el miedo y cuando no la asesoría de contadores y abogados de dudosa reputación para intentar burlar las leyes. Nadie quiere quedarse afuera del negocio inmobiliario que te hace billetera de mucho dinero en poco tiempo.
Los “locales” les marcan las propiedades o terrenos a ser ocupados ilegalmente y los que “vienen de afuera” o alguna vez “han venido de afuera y ya están asentados en la ciudad” los toman. Si da resultado, reparten las ganancias y traen más gente que huye de Santa Fe, que son familiares de los tomadores o simplemente personas o familias que pagan sin preguntar.

Nadie culpe a nadie, es la política del libre mercado.

Daniel Frank