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martes, abril 16, 2024
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Se fue un enorme jugador al cielo de los grandes y lo llora todo el fútbol

A la edad de 70 años, falleció ayer domingo 14 de junio, el exfutbolista Oscar “Corcho” Favre.
“A la hora 2:20 de esta jornada, en el sanatorio Nosti de nuestra ciudad se registró el fallecimiento de Oscar “Corcho” Fravre, exfutbolista de recordado pasó por Atlético de Rafaela, donde se lo observó como un destacado goleador.

A la hora 11:30 de hoy lunes se llevará a cabo el entierro en el cementerio Parque Colonial” dice el diario La Opinión de Rafaela.

“Dejó de existir Oscar Favre, el inmenso goleador reconocido por su pegada magistral. Hizo casi 900 goles, la mayoría de ellos de tiro libre. Fue Campeón con Atlético de Rafaela y Brown de San Vicente. En una entrevista con Alejandro Fantino reconoció haber hecho casi 15 goles olímpicos” señala el diairo rafaelino.

Este extraordinario jugador esperancino, nacido en el Fortín de las Cavas, San Lorenzo de Esperanza y que jugara también en Bartolomé Mitre fue una leyenda del fútbol local y regional. Su hijo, acualmente es entrenador precisamente en el club rojo del sur, quien ha expresado su dolor en este momento.

Mientras tanto, en el sitio celeste Infoatlético se dice que “el histórico futbolista de Liga Rafaelina dejó de existir en la madrugada de este domingo a los 70 años producto de un accidente cerebrovascular. Símbolo de una época dorada del fútbol local, en la década del 70 jugó tres temporadas en Atlético, donde convirtió 122 goles”.

Se lo recuerda especialmente en una entrevista que el Corcho Favre brindó a la revista Rafaela Fútbol,donde repasó su historia. Que en paz descanse Oscar.

 

La zurda mágica

Por Fernando Laurenti

Es un personaje que parece salido de un cuento del Gordo Soriano. Rompió redes al por mayor y muchos coinciden en la aseveración que lo define como futbolista: nadie le pegó a la pelota como él. Salió campeón en casi todos los equipos en los cuales jugó y un tiro libre o hasta un córner era medio gol cuando el ejecutante era Oscar Favre. Simplemente, el Corcho.

Papá Celestino fue corriendo a anotarlo, con la satisfacción de todo flamante padre. Y seguramente ni siquiera dudó una décima de segundo al momento de elegir el nombre.

Porque el viejo Celestino, el mismo que laburaba en el Hospital de San Carlos Centro, era fanático del automovilismo y especialmente de los Gálvez, así que ya sabía de antemano que doña Esther había acabado de dar a luz a Oscar Alfredo. Era su homenaje al piloto que logró cinco campeonatos de Turismo Carretera, aunque hasta aquel 13 de febrero de 1950 hayan sido sólo dos, los de 1947 y 1948. Luego, en 1953, 1954 y 1960 llegaron los otros, con el purrete que llevaba sus nombres empezando a seguir el designio paterno de admiración por la adrenalina que generan las carreras de autos.

El popular Aguilucho nunca supo que en Esperanza tenía un homónimo, un pibe que de la mano del viejo Celestino se acercaba a verlo pasar raudamente por Santa Fe o Recreo, en épocas de ruta del TC. Aunque el chico, si bien admiraba a los dos Gálvez, era más fanático de Juan. Al punto tal que el 3 de marzo de 1963, cuando en Olavarría su ídolo corría sin cinturón de seguridad y se accidentó fracturándose una vértebra cervical que determinó su fallecimiento instantáneo, dejó de jugar al carnaval.

Eran tiempos en los que nada ni nadie podía postergar la celebración del carnaval, pero la noticia del deceso de su admirado piloto golpeó de una manera muy particular al chico de 13 años que deambulaba en Esperanza, adonde la familia ya se había mudado por los compromisos laborales de Celestino.

Actualmente, el Oscar Alfredo cuyo apellido no es Gálvez sino Favre, tiene 58 años y sigue vinculado al deporte en cierta medida por su inserción en el periodismo pero, fundamentalmente, por su adicción a consumir todo lo que tenga que ver con la competencia en distintos niveles. Y en las más diferentes disciplinas, porque aclara que lo único que le gusta «más o menos» es el rugby, pero que cualquier otra especialidad deportiva lo atrapa. Por radio, por TV o a través de los diarios, no se pierde nada. Y aunque le escapa a Internet, está atento a todo.

El Corcho

Desde muy chico le dicen Corcho, por su estatura relativamente baja y una contextura física robusta. «Me lo puso una tía y quedó para toda la vida», explica hoy el hombre que rememora aquellos viejos buenos tiempos de la familia de clase media que le dio una infancia muy feliz, en épocas en las que la vida se debatía entre la escuela («no era de los mejores, pero pude recibirme de Perito Mercantil, que para aquel tiempo era toda una carta de presentación») y los deportes. Especialmente el fútbol y el basquet, sus dos grandes pasiones aunque también las alternó un tiempo con la natación.

A los 14 años debutó en Primera, en San Lorenzo de Esperanza, y tuvo que largar el basquetbol porque no le daban los tiempos para cumplir con las dos cosas. Aunque lo intentó algunos meses, sin resignarse a dejar de lado el fútbol de San Lorenzo o el basquet de Alma Juniors, no pudo seguir. Y se inclinó por el fútbol, que es el que se roba la gran parte de esta historia.

Pasión de multitudes

Debutó en San Lorenzo de Esperanza y fue campeón. Pasó a Sarmiento de Humboldt, a los 20 años se fue a Sarmiento de Resistencia y tuvo que volverse a Esperanza porque su novia quedó embarazada. Estuvo medio año sin jugar y en el ’71 volvió a Humboldt. Luego recaló en Sportivo del Norte de Esperanza, donde fue campeón, y posteriormente fue a Mitre, adonde también dio la vuelta olímpica hasta que se quebró los dos tobillos y debió esperar hasta comienzos del ’75 para volver a jugar. Y ya en Rafaela.

No duda ni un instante al momento de evocar, de reconstruir sus momentos futbolísticos. Tiene una memoria prodigiosa y se lo nota distendido en la charla, que sólo se ve interrumpida momentáneamente cuando atiende el teléfono y le explica a Esther, su madre, con voz vergonzosa, que no puede hablar porque está en el medio de una entrevista. Como si no la mereciera.

¿Lo de la pegada fue innato o lo trabajaste?

Eso se trae de la cuna, pero yo lo perfeccioné sin quererlo, como un juego de pibes. Mi abuelo tenía campo y yo jugaba ahí a la pelota con mi hermano, que era mucho mejor jugador que yo, sin dudas, pero debió dejar muy joven por problemas de várices. Con Néstor jugábamos a meter la pelota en el horno de pan. Cuando le agarramos la mano, colgamos una rueda de tractor de un pino y teníamos que embocar ahí. Después la rueda fue de auto y luego de bicicleta. Así, sin que me lo proponga, gané precisión.

¿Hincha de?

Mi viejo era de Unión de Esperanza y a mí me gustaba Mitre, que era la contra, así que para evitar roces con mi papá me hice de San Lorenzo. Y en el basquet soy de Alma Juniors, fanático. También fui ‘enfermo’ de River, pero con el paso de los años eso fue aflojando. Y ni hablar de la selección.

Pero la gente te relaciona con Atlético

Yo nunca dije que fuera hincha de Atlético, pero en Rafaela se me empezó a relacionar mucho con el club porque fue el primero al que llegué y, además, porque allí estuve un buen tiempo. Lógicamente quiero que le vaya bien, como a todos los equipos de acá, pero no soy hincha de Atlético.

 

¿Cómo llegaste a la Crema?

Fue en el ’75. Carlucci y Berlasso volvían de Santa Fe, adonde habían ido a buscar un delantero que no pudieron contratar, y me encontraron en Esperanza, al costado de la ruta. Yo estaba conversando con un amigo y Cacho Carlucci me ofreció venir, aunque Berlasso no estaba muy convencido. Ellos me conocían porque yo había venido a jugar algunas veces el Torneo Nocturno con muchachos de Esperanza, arreglamos y llegué a aquel equipo… Medrán; Miguel Querini, Sola, Pirola y Di Nonno; Zamora, Schiavi y Barbagallo; Muriel, Alessiato y yo. Después vino el Flaco Riberi y posteriormente Juanchi Fernández, pero siempre con esa base de jugadores.

 

¿Pensaste que te iba a ir bien de entrada?

Laburaba en Grossi Repuestos, en Santo Tomé, así que te imaginás el desgaste que tenía que hacer para entrenar, pasar por mi casa en Esperanza e ir al trabajo. Además me operaron de apendicitis y engordé cinco kilos que jamás pude bajar. Pero mal no me fue: salí campeón con Atlético y goleador en el ’75, en el ’76 y en el ’77. Hice 122 goles en esos tres años (Nota de la Redacción: sí, leyó bien amigo lector, no es un error de tipeo: 122 goles en tres años. Recuerde esa cifra para el final).

 

¿Por qué te fuiste de Atlético, no estabas cómodo?

Todo lo contrario, pero me vino a buscar Brown de San Vicente y me ofreció una fortuna. La verdad es que yo no quería irme, por lo que les pedí una prima abultada, un auto y un trabajo en el banco, así podía dejar el laburo de Santo Tomé. Se lo aclaré a Feraudo, que era el presidente de Brown, que le pedía mucho porque estaba muy bien en Atlético, pero él me dijo que no les importaba, que lo único que quería era llevarme a jugar allá. Cuando aceptaron todo, no me quedó otra que ir a hablarle de frente a Carlucci, que entendió que no podía desaprovechar esa posibilidad.

¿Y cómo te fue en San Vicente?

Llegué en 1978 y salimos campeones de la Liga y de la provincia. Aunque estuve a punto de irme, de largar todo…

¿Por qué?

Porque el técnico y siete jugadores llegaban todos juntos de Santa Fe, y mis compañeros no me daban una pelota. Me las tenía que rebuscar con los hermanos Werlen, que eran de San Vicente, o con los córners y los tiros libres, que de a poco también me los fueron sacando. Pero la gente se fue dando cuenta de la historia, el presidente tomó partido a mi favor y la cosa cambió hasta que fuimos campeones.

 

¿Después?

En el ’79 la Liga nos mandó de nuevo a la zona, pero volvimos rápidamente. Y yo retorné a Atlético, adonde fuimos campeones en 1980. Luego, en el ’81, jugué en Ben Hur; en el ’82 en Sportivo y en 1983 y en el ’84 en Sarmiento de Humboldt, logrando el campeonato después de 20 años. Y me retiré en el ’85 en Ben Hur: ya estaba cansado, me pegaron una patada terrible, me rompieron un tendón y la lesión fue una excusa para largar todo cuando al campeonato todavía le quedaba una rueda.

 

¿Naciste en el tiempo equivocado? Porque si jugaras hoy, serías millonario…

No, imposible.

¿Por qué?

Porque para jugar en la actualidad y aspirar a ganar fortunas, tendría que subirme a aviones. Y eso no lo hago ni loco.

Pero, ¿tuviste oportunidades?

Yo estaba en Sarmiento de Resistencia y en el ’70, a mediados de año, jugamos un amistoso con el Boca de Roma; Suñé, Meléndez, Rogel y Marzolini; Cabrera, Nicolau y Madurga; Ponce, Angel Clemente Rojas y Curioni. Empatamos 1-1, fue el día que Rogel me sacó la cadera al pegarme un rodillazo. Pero igualmente anduve un fenómeno, así que Alberto J. Armando, que era el presidente de Boca, dijo que me quería en La Candela en diciembre. Pero no quise ir, porque había rendido para entrar en la Impositiva y en setiembre me incorporaban. Aunque en definitiva no entré a la Impositiva ni fui a Boca: volví a Esperanza, me casé y me quedé ahí.

 

¿Y no te arrepentís?

No, si yo en Esperanza estaba bien. Además, me gustaba salir. Y me encantaban las cartas y la chicas pero ya estaba casado, así que era doble problema. Hice un lío bárbaro con mi vida, aunque eso ya es otra cosa, otro tema.

Después de retirarte fuiste técnico, ¿por qué no seguiste?

Por mi salud. Dirigí a Quilmes acá, a Sarmiento de Humboldt y a San Martín de Angélica, pero sufrí demasiado, me hizo muchísimo mal y no puedo jugar con mi salud porque tengo problemas de presión alta. Me tomo todo muy a pecho, así que decidí no continuar.

Hoy, ¿te sentís reconocido?

Sí, totalmente. Soy un agradecido a la vida, porque conocí mucha gente y tengo grandes amigos, lo que indica que no soy mal tipo. Agradezco estar vivo para poder mirar todo el fútbol y el basquet que quiero. Por mi edad ya no puedo jugar y por mi salud no puedo dirigir, así que me dedico a mirar.

¿Cuántos goles hiciste en tu carrera, Corcho? 

«Tengo una idea aproximada, pero no lo pongas». El periodista tiene la obligación de insistir, sobre todo cuando sabe que en tres años en Atlético, por caso, convirtió más de 120 en tres años.  No lo pongas, porque la gente va a pensar que yo jugaba solo o que no había arqueros. Poné aproximadamente 400, porque si no me van a insultar por agrandado». T

Alguien de su familia se tomó el trabajo de repasar algunos de los recortes guardados en dos álbumes y llegó a contar hasta 700 entre partidos oficiales y demás, pero ese familiar no terminó de repasar toda la historia y, por ende, muchos goles deben haber quedado en camino. Dicen que son algo así como 900, pero no hay Internet que ayude. Como para que los estadistas de la International Federation of Football History & Statistics (IFFHS) o del argentino Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF) se ocupen del hombre de la zurda mágica.

 

Los mejores del Corcho

«¿Un equipo ideal? Lo que pasa es que yo jugué siempre con el caballo del comisario, tuve grandes jugadores al lado. Por eso me van a hacer quedar mal con mucha gente, no se puede elegir once nombres… para colmo son diez, porque yo me pongo (risas). Pero bueno, a ver, con un 4-3-3 sería con el Beto Medrán; Quaino, un muchacho de Santa Fe que jugó un año en Atlético, el Chueco Sola, Cacho Pirola y el Fichu Di Nonno; en la mitad, el Yugo Zamora, el Negro Freddes y Horacio Barbagallo; Cachín Muriel, el Gato Alessiato y yo. Pero es difícil, me quedan muchos en el camino y algunos se me van a enojar».

 

Lo firma Oscar Favre. Y se ríe cuando le preguntamos quién sería el entrenador de ese supuesto elenco conformado por algunos de los que él considera los mejores futbolistas que tuvo al lado: «es que ese equipo no necesita técnico», afirma, con toda razón. Aunque luego señala que «creo que me inclinaría por el Gare Gentile, un tipo fantástico y un fenómeno sobre todo a la hora de conformar los grupos».

 El ídolo de Alejandro Fantino

El reconocido periodista Alejandro Fantino, oriundo de la localidad de San Vicente, le realizó una entrevista a Favre en el año 2008. Allí Fantino recordó que cuando era niño iba junto a su padre a ver a Brown de San Vicente y quedó deleitado de la espléndida pegada que tenía el «Corcho» y por eso lo convirtió en su ídolo quien además lo llevó al equipo coronarse Campeón de la Liga Rafaelina.

En un tramo de la nota, Fantino le consulta acerca de los goles que había realizado de manera olímpica al ejecutar un corner, a lo que Favre le contestó que fueron casi 15 gritos por esa vía.