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jueves, marzo 28, 2024
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Trayectos inesperados en el consenso al aislamiento social

Ana Soledad Montero, licenciada en Sociología y doctora egresada de la Universidad de Buenos Aires, ha sido convocada a participar de la serie de conferencias web, organizadas por la Usina Social, para pensar la emergencia. La investigadora del Conicet basó sus argumentos en la experiencia vívida y en ciertos elementos que trazan una trayectoria diferente a la del consenso para el encierro. La experiencia –dijo- “desde una noción benjaminiana, la experiencia de sentido que supone esta situación inédita o relativamente inédita: estar encerrados, en todo el mundo por igual, con miedo, que motiva ese encierro, y al mismo tiempo, con nuestras libertades restringidas”.

Si bien el ciclo apunta a pensar al estado y a las políticas públicas a la salida de la crisis, literalmente “El Estado Después de la Pandemia”, Montero optó por pensar estos términos desde lo social. “A mí me interesa pensar este problema por fuera de la lógica estatal, lo que significa preguntar. Y como toda pregunta, lo que recibe son respuestas y las respuestas no son cerradas, son siempre abiertas”.

 

El deber de cuidarnos y la solidaridad del miedo

La socióloga ha decidido partir de tres ideas para sentar su posición: “En primer lugar -adujo- salvar vidas es un deber del estado”, siendo el estado responsable de la salud pública; para ella “Alberto está haciendo lo que hay que hacer. En segundo lugar –continuó- el modo en el que se está haciendo esto, es decir, la cuarentena, estas políticas para lidiar con la pandemia, es democrático. Acá no hay abuso de poder, no hay aquí autoritarismo, sino que hay una vocación democrática por cuidar al otro y por cuidarnos. Y en tercer lugar –completó- eso se expresa en manifestaciones de solidaridad, trabajo mancomunado entre vecinos, comedores, parroquias… ¿sí? Y, por otra parte, el mismo estado. Hay una solidaridad y una igualdad en el miedo y en la angustia de la batalla que estamos dando”.

 

La contrapartida y las “cuestiones menores”

Hasta ahí el libreto oficial de la emergencia, un estado que se ocupa de la salud de la población, que lo hace democráticamente, lo que es discutible, pues la medida no pasó por el Congreso, pero así son las situaciones de excepción y una convivencia aislada, basada en una solidaridad sustentada en el temor al contagio. “Pero yo me quiero concentrar, como diría Tocqueville, en la contrapartida”, expresó la doctora Montero. “Es decir en el otro lado de esta experiencia colectiva, social, global aparentemente igualitaria del encierro. Vale la pena poner la mirada en la excepción al consenso generalizado, en lo que hace síntoma, lo que hace ruido en medio del gran acatamiento”.

Lo primero que apuntó la especialista en Ciencias Humanas y Sociales, fue la cuestión económica: “mucha gente se salvará de la enfermedad, pero recibirá un daño económico flagrante”.

Además, están los detalles de rigor, lo que Montero llama “cuestiones menores”, a saber, por ejemplo, “los adultos mayores”. En ese sentido, formuló una frase interrogativa interesante: “¿se le puede decir a una población específica que se debe quedar más tiempo?” y en otros puntos del borde, se preguntó “¿qué pasa con los niños?”, estas son las situaciones que “presentan un dilema, que hacen que no sea tan evidente el consenso generalizado”.

 

“Para quienes no vivimos regímenes autoritarios, esta experiencia de la restricción de la libertad se parece bastante”

Dotada de un estilo provocador, con una mirada cuestionadora, planteó que “siguiendo esta esta idea del encierro, que algunos autores han visto como una de las formas de la libertad como solidaridad”, expuso que “uno podría decir que somos más libres cuando acatamos una ley, en la que nosotros no creamos, pero nos protege. Pero la realidad es que la experiencia subjetiva, la sensación vívida, es que nuestra libertad está restringida, el menos la libertad de movimiento y se podría discutir, si uno quiere, la libertad de asociación ¿no? Intentemos imaginar, no digo ahora, pero dentro de unos meses, una manifestación. Hay algo del espacio público que empieza como a desgranarse, y  sentimos más que nunca aquello de que la libertad está en los silencios de la ley, en la bolsita, en el perrito, en salir a dar una vuelta… Yo creo, y espero que no me maten por esto, para quienes no vivimos regímenes autoritarios, los que no vivimos la dictadura, imagino que esta experiencia de la restricción de la libertad se parece bastante, sólo en algunos aspectos, por supuesto que en muchos no. No en los actores, no en los propósitos, no en los motivos. Pero en la experiencia subjetiva, del miedo, del enemigo externo, que también tiene una cara interna, incluso la idea del «algo habrán hecho», la idea de control, de disciplinamiento, la ética nacionalista, la idea de excepción y urgencia, todo ello en nombre de una causa que es colectiva, es universal”.

La experiencia de la dictadura resulta recuperable para pensar, sin hacer comparaciones exageradas, el encierro y el miedo. En vistas de que “en estas situaciones de emergencia, se muestran los pliegues y las tensiones de la democracia, cada vez que la comunidad política se ve amenazada. Es la primera vez que siento un consenso tan generalizado, casi unánime, con respecto a una disposición estatal. Esto tiene un lado positivo, en un país que tiene problemas para acatar la ley. Sin embargo, ese acatamiento me parece que pone en la mesa la pregunta del consenso social. Y cómo muchas veces son incuestionados. Porque esto está sucediendo en Argentina, que es un país que tiene una historia: el problema del consenso, del sentido común, la idea de una sociedad que es vigilante, que rápidamente se atiene a la cuestión del control, del disciplinamiento del otro”, agregó.

En síntesis, Montero ha expresado una advertencia, pues, según sus declaraciones, “hay algo de esta experiencia colectiva, que tiene que ver con percibir en el otro, en el par, no ya no en el subversivo, en el par, el que está al lado tuyo, al enemigo, la idea de que cualquier otro es portador del virus: el que viajó, el brasilero, el niño, hasta los propios médicos… ¿no?”

Y cerró su intervención indicando que hay una fuerte tensión entre esta psicosis colectiva con la idea de según la cual «la patria es el otro». Pues, parece que, “entonces, todos somos responsables, y al mismo tiempo potencialmente culpables. Me parece que ahí hay algo en el orden de la sociedad, no del estado, que vale la pena interrogarse y que vale la pena seguir pensando, y no tener una postura complaciente, frente a algo con lo que estamos generalmente todos de acuerdo, pero que puede tener sus vertientes problemáticas”, concluyó.

Mauricio Yennerich

 

En la foto, la socióloga del Conicet, en su encierro personal, desde el cual ha pensado, en clave problemática, la experiencia del consenso al aislamiento. Montero es autora de El discurso polémico. Disputas, querellas y controversias, se dedica al análisis del discurso y ha publicado, también ¡Y al final un día volvimos!” Los usos de la memoria en el discurso kirchnerista, ambos en la editorial Lugar.