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jueves, marzo 28, 2024
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Una procesión inenarrable y 45 mil almas rezando a la Virgen en Esperanza

Pocos hechos en la historia de la ciudad, quedarán en las retinas de quienes los hayan visto y vivido, como lo sucedido el martes 8 de setiembre. Lo contarán mañana los padres y los abuelos a sus hijos y nietos. La significación de los versos del máximo vate de la ciudad José Pedroni, se resignificaron en su mayor potencia: “Era el Día de la Virgen/ no fue un día cualquiera”.

Las campanas de la Basílica Natividad de la Santísima Virgen anunciaron que la sagrada imagen de la Virgen Niña, patrona de la ciudad de Esperanza, capital de los agricultores argentinos, estaba al frente de la peregrinacion y que podía comenzar. Mucha gente en familia en la vereda sur de la Plaza San Martín rezaba y aplaudía. Los barbijos, la distancia social que se mantenía, denotaba que no era una situación social normal.

Las calles Aarón Castellanos, Sarmiento y Belgrano lucían una notable doble fila de rodados que se perdían a la vista. Casi todos estos automóviles lucían globos celestes, rosados y blancos y el amarillo papal. Todos custodiados y protegidos por las motos de los policías municipales.

Dentro de los automóviles rezaban y cantaban los niños, los jóvenes y los adultos, mientras los conductores se “pegaban” a las bocinas. Los esperancinos anunciaban a su paso por las calles de todos los barrios de la ciudad, que era la fiesta de su Santa Patrona y de todos los agricultores y trabajadores del campo argentino y que hay Covid-19 que los iba a detener en su manifestación de amor y de fe, con total respeto a las normas de salud impuesta.

La columna eran cuadras y cuadras, imposibles al cálculo certero. Cuando la sagrada imagen pasaba por calle Rafaela al norte, hacia Ruta Provincial 70, en cercanías de la Capilla San Cayetano, al Este de la ciudad, los últimos automóviles estaban en las arterias Sarmiento y 3 de Febrero en zona del microcentro esperancino.

Eran las 3 de la tarde. Y las campanas de la Basílica en el centro de la ciudad seguían repicando en el corazón de los 45 mil esperancinos.

Abuelos, adultos, jóvenes y niños, en la calle saludaba al paso de la Madre del Cielo con pañuelos o simplemente con  las manos, emocionados muchos. Por capillas y hogares de ancianos la Virgen Niña pasaba bendiciendo. Fue una fiesta.

En cada sede parroquial o templo, la interminable peregrinación sumaba fieles católicos y rodados. Por tres horas, en la tarde del martes 8 de octubre, en medio de la soledad que son las calles de Esperanza y el dolor por el Covid-19, con sus daños en la salud de la población pero también con la crisis emocional y económica-social que produce de forma colateral, la sociedad salió a decir su confianza en Dios y a reinstalar en todos los que quieran ver y escuchar, la palabra sagrada: Esperanza.

Es que Esperanza rezó unida, en cada metro de su territorio, pidiendo a la Virgen su intercesión, por todos y cada uno de los hombres y de las mujeres trabajadoras del campo de Las Colonias, la provincia de Santa Fe, y de la República Argentina y por el final de la pandemia.

Daniel Frank