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martes, abril 30, 2024
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Monseñor Fenoy dedicó la iglesia y consagró el altar de la Parroquia Inmaculado Corazón de María

En virtud de la profunda renovación de los fieles y del nuevo impulso que a las actividades parroquiales/pastorales les dio la llegada del Padre Javier González Grenón a la Parroquia Inmaculado Corazón de María, la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz decidió dedicar la iglesia y consagrar su altar. Esta solemne celebración estuvo a cargo del Arzopispo de la Diócesis Sergio Fenoy y constituye un hecho histórico para la comunidad.

“La dedicación de una iglesia expresa el destino que se otorga a ese espacio: Es el edificio en el que se congrega la comunidad cristiana para escuchar la Palabra de Dios, orar comunitariamente, recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía”

Por su muerte y resurrección, Cristo se convirtió en el verdadero y perfecto templo de la Nueva Alianza y congregó al pueblo adquirido por Dios.

Este pueblo santo, unificado por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es la Iglesia o sea el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde el Padre es adorado en espíritu y en verdad.

Por tanto, con razón, desde antiguo se llamó también «iglesia» al edificio en el que la comunidad cristiana se congrega para escuchar la Palabra de Dios, orar unida, recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía.

Por el hecho de ser un edificio visible, esta casa es un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra y una imagen de la Iglesia que ya ha llegado al cielo. Según una costumbre muy antigua de la Iglesia, es conveniente dedicarla al Señor con un rito solemne al erigirla como edificio destinado exclusiva y establemente a reunir al Pueblo de Dios y celebrar los sagrados misterios.

La iglesia, como lo exige su naturaleza, debe ser adecuada para las celebraciones sagradas, decorosa, que resplandezca por una noble belleza y no por la mera suntuosidad; sea un símbolo y signo de las cosas celestiales

Los ritos de la unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar expresan con signos visibles algo de aquella invisible obra que realiza Dios por medio de la Iglesia que celebra los sagrados misterios, sobre todo la Eucaristía.

Por la unción del Crisma, el altar se convierte en símbolo de Cristo, que es y se llama por excelencia  el «Ungido»; en efecto, el Padre por el Espíritu Santo lo ungió y lo constituyó Sumo Sacerdote, que ofreció en el altar de su cuerpo el sacrificio de su vida para la salvación de todos los hombres.

La unción de la iglesia significa que se la dedica plena y perpetuamente para el culto cristiano. Se hacen doce unciones, según la tradición litúrgica, con las que se significa que la iglesia es una imagen de la santa ciudad de Jerusalén.

El incienso se quema sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que allí se perpetúa místicamente, sube a Dios como suave perfume, y para expresar que las oraciones de los fieles, propiciatorias y agradecidas, llegan hasta el trono de Dios.

La incensación de la nave de la iglesia indica que por la dedicación se convierte en casa de oración; pero se inciensa en primer lugar al Pueblo de Dios: él es, en efecto, el templo vivo en el que cada uno de los fieles es un altar espiritual.

El revestimiento del altar indica que el altar cristiano es la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una única y misma acción, pero con diverso ministerio, celebran el Memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena del Señor. Por eso, el altar, como mesa del banquete sacrificial, se reviste y adorna festivamente.

La iluminación del altar, seguida de la iluminación de la iglesia, recuerda que Cristo es «la Luz para iluminar a las naciones», con cuya claridad resplandece la Iglesia y por ella toda la familia humana.

Dedicación del altar

“El altar es la mesa de sacrificio y de banquete en el que el sacerdote, representando a Cristo el Señor, hace lo mismo que Él hizo y ordenó a sus discípulos que los hicieran en su memoria”.

Correspondió también al Obispo Fenoy dedicar el altar de la Parroquia.

Para esta dedicación, se tuvo en cuenta que, más allá de los años de creación de la misma, su altar no había sido dedicado aún.

En todas las iglesias el altar es «el centro de la acción de gracias que se realiza por la eucaristía», alrededor del cual se ordenan, de un modo u otro, los demás ritos de la Iglesia.

Por cuanto en el altar se celebra el memorial del Señor y se entrega a los fieles su Cuerpo y su Sangre, los escritores de la Iglesia han visto en él como un símbolo del mismo Cristo. De ahí la expresión: «El altar es Cristo».

*Para la realización de esta nota, se tomaron conceptos del Documento Pontifical Romano (Pontificale Romanum)