El problema del desborde del control en los hogares y en las calles, es el daño colateral de toda guerra, en este caso contra la pandemia del Coronavirus.
Hace un mes y medio que la gente “está encerrada”. Todos los sectores sociales. Hace 45 días que todo el sistema hace responsable a la policía del control social. Cuánto más se extienda la cuarentena menos controlable va a ser la situación, en los hogares y en las calles. En esta situación que es inédita, nadie sabe lo que va a pasar en materia de control específico del aislamiento.
Pero dos iceberg de la situación muestran lo que puede estar gestándose. Ambas aparecen en las redes sociales para conocimiento de los esperancinos. Y puede estar también sucediendo en otras localidades.
Una dice que “pibitos” atacaron “de la nada” a un patrullero con ladrillos y le rompieron los vidrios. El menor de los atacantes tenía 4 años. También se dice que la policía en ciertos sectores está “brava” lo que es un indicio claro que se siente desbordada. Hay que ver las comisarías “tapadas” de motos y bicicletas, donde ya ni se puede caminar. Esto marca además que los policías trabajan 24 horas en conflicto, sin contar con los propios conflictos que pueden tener o atravesar en sus situaciones personales y familiares.
Está claro que estos hechos acaecen en los barrios periféricos. Y con niños y adolescentes que son de familias humildes y otras muy humildes. Y en no pocos casos con muchos niños en una vivienda. Sin escuela. Sin libros, sin juguetes, sin play, y sin televisión porque son clientes del DirecTV, donde si no pagás, te cortan el sistema. Y cuesta la recarga mínima 250 pesos. Viviendo 45 días en el encierro. Una situación que humanamente es violenta para los adultos, peor para un niño o un adolescente y joven.
¿Qué se está viendo? Que los pibes al menos, se juntan en la esquina para charlar un rato. O se cruzan de un vecinito para jugar un poco. No es un relajamiento del control. Es la vida que se impone ante la necesidad. Es la condición social natural con la que viene todo ser humano al mundo. Y de la cual el niño y el adolescente ni siquiera son concientes. Y en el hogar se observan madres y padres también desbordados por la situación.
Es necesario, en esta pandemia que no sabemos cuánto va a extenderse en el tiempo, que los niños, los adolescentes- encerrados y sin nada qué hacer- y los policías- sobre quienes “tiraron” todo el problema del aislamiento- tengan los consejos y la atención que necesitan y merecen de manos de profesionales convenientes.
Ahora, porque ahora es el tiempo de prevenir.
Daniel Frank