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sábado, abril 27, 2024
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El paradigna de La Anónima: Invertir en Argentina hasta duplicarse y estar presente en todo el país

El ingeniero Federico Brown es cordial, amable y habla con entusiasmo admirable de invertir en la Argentina, de pasar un tiempo difícil desde hace escasos años y de la ilusión de que la realidad mejore con trabajo.

 

Habla de carnes, de la excelencia del cerdo santafesino, del crecimiento constante del pollo en las góndolas y en las mesas de los hogares y las tres variantes que ha encontrado la Argentina en materia de proteinas animales junto con la carne del ganado vacuno y lo sostiene con números. Sabe. Cuenta con 42 años en una de las empresas más importantes del país, y recorriendo la Argentina.
La Anónima tiene dos frigoríficos, exporta y conoce el entrevistado de cortes y consumo.
Por número y ejemplo, entiende que a los argentinos no les gusta la bola de lomo que aplauden en la mesa los europeos, pero enloquecen por el asado con huesos como la costilla, al que, si se le descuentan los huesos, entonces la carne que queda como tal y por su peso le sale más cara y alimenta a menos gente que la bola de lomo, que se exporta a europa.
Los Brown fueron una familia numerosa que desembarcaron en Chile y luego pasaron al sur argentino, donde empezaron de la nada.
La familia Brown tuvo épocas buenas y otras donde fueron necesarios redoblar los esfuerzos para, con trabajo, superarlas y progresar.
Hoy la cadena de supermercados La Anónima están en todo el sur argentino además del centro en provincias como Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, pero en ciudades pequeñas y medianas que son de la preferencia de la empresa, con 163 sucursales y 11.500 trabajadores directos.

Los indirectos son incontables, sólo con citar que la empresa no tiene transporte propio, 3.500 trabajadores camioneros son una considerable suma indirecta.
Y el sueño es, inveritr en la Argentina y si el destino así lo quiere, duplicar las sucursales y número de trabajadores hasta completar todas y cada una de las provincias en unos 7 años.
Tras algunos años complejos, ya están al caer tres sucursales nuevas en poco tiempo.

Además, en esta instancia de tiempo, inaugurar una en la ciudad de Sunchales, y cortar las cintas en las nuevas zonas de heladeras en la surcusal de Esperanza y de la ciudad de Rafaela, con productoras de frío ecológicas. Toda una novedad en la provincia y la región, razón de la visita.
En Esperanza, Federico junto a su hijo Nicolás, gerente general de la empresa y demás funcionarios de la empresa recibieron la visita de la intendente Ana María Meiners, acompañada con los funcionarios de su gobierno municipal.
Todos, caminaron por el impactante sector de productos fríos y carnicería de La Anónima de Esperanza, compartiendo el espacio con los numerosos clientes que transitaban por esa zona adquiriendo los productos y variedades en heladeras y góndolas.

“Parece Buenos Aires” comentó por lo bajo un cliente y en verdad el sector tiene un impacto visual notable.
“Yo tengo 64 primos y 147 sobrinos segundos” nos dice feliz y lleva en su discurso esa marca indeleble del gusto por la familia, lo cual se nota en cada supermercado de La Anónima, donde la economía de la familia es el centro de interés por calidad y precios y existe un clima familiar y grato en el trato de todos sus empleados.
Por los días que vienen, quienes visiten La Anónima en Esperanza podrán este nuevo espacio ubicado estratégicamente casi en el final del supermercado, con una exquisitez de productos que hacen al mismo.

                                           Daniel Frank Williner

Federico Brown y una historia familiar magnífica

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—Josefina Menéndez Behety contrajo matrimonio con Mauricio Braun en 1895. Tuvieron diez hijos. Mauricio era socio del francés Gastón Blanchard y del portugués José Nogueira, que se había casado con Sara Braun en 1886. ¿Podrías resumirnos para la audiencia cómo fue esa saga vinculada intensamente a la historia patagónica?
—Mi bisabuelo fue José Menéndez y mi abuelo, Mauricio Braun, de distintas generaciones. Mi abuelo se casó con la hija de José Menéndez. Los dos tuvieron una trayectoria impresionante a fines de la década del siglo XIX y principios del XX. La empresa fue creada en 1908, pero surgió como la fusión de los negocios que tenían tanto José Menéndez como Mauricio Braun. Eran negocios de ramos generales, de abastecimiento, de todo el tráfico marítimo que pasaba por Punta Arenas. No existía el canal de Panamá. El canal de Panamá empezó a incidir después de la Primera Guerra Mundial. Punta Arenas era un puerto muy importante. Los dos fueron muy exitosos. Son los que introdujeron la oveja en la Patagonia, lograron grandes extensiones de tierra en una época en la que eran habitualmente arrendadas a cien años. Fueron pioneros, representantes de la década del 80.

—¿Cuál es el rol de Sara Braun y José Nogueira?

—Sara Braun se casa con un portugués que se dedicaba a la caza del lobo, José Nogueira. Este hombre hizo una fortuna que, cuando fallece, queda en manos de Sara Braun. Sara Braun deja como gerente general a su hermano Mauricio Braun. Ese fue el comienzo de la expansión de Mauricio Braun. Finalmente, la compra; su hermana viaja a Santiago y no tiene nada que ver con la historia de La Anónima. Pero a mi abuelo Braun le costó bastante convencer a mi bisabuelo, su suegro, de fusionar las dos compañías y crear en 1908 la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, que como nombre comercial tiene La Anónima, un nombre bastante original y raro. Pero era como la bautizó la gente. Muchos, en vez de decir “voy a Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia” resumían: “Voy a La Anónima”. De ahí nace el nombre.
—Llegaron a tener casi 1.400.000 hectáreas, más de 1 millón de lanares, producían 5 millones de kilos de lana, 700 mil de cuero, 250 mil de carne. Hacia 1930 La Anónima contaba con 24 tiendas. ¿La historia de la Patagonia está asociada a la de La Anónima?
—Fueron los líderes como referentes económicos, como empresarios de la Patagonia. En la década de los 50, por varias razones La Anónima entra de alguna manera en una decadencia.
Lo que había sido una gran empresa se transformó en una pequeña. En la década del 70, la familia me terminó convenciendo. Entré el 15 de marzo de 1978. Era una compañía de 265 personas, que no ganaba plata. En realidad, es un eufemismo: perdía plata y se había extrañado totalmente del foco del negocio. Inyectándole ganas, pasión, tecnología, dos años después de que entrara, empezó a crecer.
No paramos de hacerlo de forma orgánica y con adquisiciones. Hoy somos 11.400 personas que trabajamos en La Anónima. Tenemos 162 sucursales en ochenta ciudades del interior, preferentemente en la Patagonia.
En julio del año pasado Federico Brown dejó de ser gerente general de La Anónima, cargo que quedó en manos de tu hijo Nicolás siendo hoy presidente de la empresa.

                              Fuente: Editorial Perfil