Los docentes esperancinos fueron obligados a militar en un papel inédito en la historia de la humanidad. Son una de las caras más visibles que enfrenta al virus Corona que puso en silencio a todas las aulas de la ciudad. Y a la de las escuelas de los 194 países soberanos del mundo y demás territorios del planeta.
Directores, vicedirectores, preceptores, se vincularon a cada alumno, pero también a cada familia de su barrio e institución. La Escuela, como tal, no abandonó a ninguno ni a ninguna. Desde dar el saber y el conocimiento, hasta en muchas muchas, brindar la leche y el alimento diario. A los que estaban y a los que se sumaron. A nadie le faltó ni le faltará su enseñanza y su plato.
Los profesores del nivel secundario con sus 400 alumnos cada uno sumando trabajos y 400 carpetas en casa. Desde las 5 de la mañana hasta cerrar la noche-incluso de sábados y domingos- , creando y corrigiendo tareas y actividades, de forma individual o interdisciplinaria, compartiendo la enseñanza y el conocimiento.
Atendiendo cada llamada telefónica de papa,mamá, la abuela, recibiendo mails y contestando mails, haciendo fotocopias para los alumnos que no tienen la tecnología necesaria y hasta maestras y maestros rurales que salen en sus vehículos por los caminos rurales para entregar la actividad, en bicicleta, en moto o en automóvil.
Y después, hacer las tareas con sus hijos.
Emociona verlos y conmueve escucharlos. Recibiendo a los papás y mamás en las escuelas con una sonrisa y dando todo de sí para solucionar inconvenientes para que el chico siga o no se vaya de la escuela, que no afloje en el estudio y que no se acobarde ante tanta adversidad vivida en su casa, incluso con mamá y papá sin trabajo y sin ingresos económicos, desconociendo todos que será mañana.
Hoy trabajan el doble de tiempo y le pagan como el año pasado. Con los docentes reemplazantes sin sueldo para ellos. Todos estos meses sin cobrar una moneda. Y éso incluso pese al esfuerzo denodado que hace el Ministerio de Educación de la Provincia y Nacional que entraron en diciembre y 60 días después se encontraron que le cambiaron el mundo.
Sin dudas que los educadores se pusieron en el zapato del otro. De la familia y del alumno.
Y un caso único es el de la Escuela Nº 175 del Barrio La Orilla, abierta este año pero donde ninguno de los 80 alumnos de primero y segundo año conoce a su escuela siquiera, a sus profesores y directivos.
Y ninguno de sus profesores y profesoras conocen a sus alumnos y alumnos, algunos de ellos repitentes de otras escuelas esperancinas.
¿Cómo enseñar, como nivelar, como sostener en el ánimo el querer aprender de estos pibes y pibas en esta situación impensada donde cada necesidad debe ser pensada y descubierta para dar respuesta pedagógica acorde?.
Incluso en un marco de flaqueza económica-que todos saben- que siempre levanta muros al deseo del aprendizaje, y no sendas de encuentro entre el alumno y el profesor.
Tal vez haya que recurrir a los poetas para enmarcar este tiempo y entre ellos a nuestro máximo vate José Pedroni: