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sábado, abril 27, 2024
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“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”

Tras la conmemoración del Domingo de Ramos, comenzó la Semana Santa.

Este día recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén. Aclamado por toda la multitud que allí se agolpaba, al que conocían como “el hijo de Dios” o “el Mesías”, fue recibido con ramos de olivo y de palma.

Jesús iba montado en un asno y sus seguidores lo recibieron al grito de “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”.

Desde Basílica Natividad, convocaron a los feligreses en la esquina de Sarmiento y 25 de Mayo. Allí, el padre Ernesto Agüera bendijo los ramos y olivos que portaban los asistentes.

Con posterioridad se compartió la procesión hacia el templo, donde celebró la misa, con lectura de la Pasión de Nuestro Señor.

Francisco: “Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser abandonado”

En la santa misa del Domingo de Ramos el Pontífice reflexionó sobre la fe que Jesús puso en Dios, sin ceder a la desesperación, sino rezando y encomendándose al Padre. Asimismo, el Santo Padre llamó a no olvidar la existencia de múltiples “Cristos abandonados” en el mundo de hoy y exhortó a estar cerca de ellos.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Esta es la invocación que la Liturgia nos propone en el salmo responsorial (Sal 22,2) y la única pronunciada en la cruz por Jesús en el Evangelio. En estas palabras se condensa el centro de la homilía del Papa Francisco en la santa misa del Domingo de Ramos, celebrada en la mañana de este 2 de abril en la Plaza de San Pedro.

Frente a más de 60.000 fieles y peregrinos congregados en la Ciudad Eterna, según las cifras de la Gendarmería vaticana, el Santo Padre puntualizó que la frase de Jesús nos lleva al corazón de la pasión de Cristo, al punto culminante de los sufrimientos que padeció para salvarnos.

El Obispo de Roma reflexionó sobre el sufrimiento de Jesús, “que fue grande”, puntualizó, y remarcó que padeció en el cuerpo, en el alma, en el espíritu. El más lacerante sufrimiento es el del espíritu, según el Pontífice. De hecho, Francisco hizo notar que, en la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Un acontecimiento real, un abajamiento extremo. “El Señor -dijo- llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir, el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza. Grita el ‘por qué’ de los ‘por qué'”.

En otro tramo, el Pontífice dijo que un amor como el de Jesús, todo para nosotros, hasta el final, es capaz de piedad, de ternura, de compasión. “Y este -sostuvo Francisco- es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Dios es así. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo están los necesitados, sino que está Él, está con ellos, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó bajando hasta lo más profundo de nuestra condición humana”.