Son los cuatro árbitros que fueron designados para ejercer justicia en la final de un campeonato de la Liga Esperanza en el estadio de Juventud. Una tarea que la multitud critica, pero casi nadie se atreve a hacerlo.
Tal vez un médico, un policía, un periodista puede “hacerse”, pero para ser árbitro, hay que nacer. Sólo ellos son capaces de ser felices estando e un lugar del cual todos huyen, al cual todos miran con profundo temor, más ante el nivel de intolerencia e indatisfacción con la cual se vive.
Son ellos, los árbitros, los indispensables, los que jamás tienen hinchada más que su madre, su padre, su esposa o sus hijos que viven desde la tribuna, la disputa deportiva con el corazón palpitando de forma muy distinta al de la multitud.
El árbitro Gustavo Zamora, sus dos líneas y el cuarto árbitro, todos tuvieron mucho trabajo y cumplieron su compleja y difícil labor.