El Padre Fabián Belay advierte que aumentó el consumo de alcohol para compensar la adicción. El precio de la cocaína subió un 50% y volvió a ser el consumo de una élite. Incremento de la violencia familiar.
Los operativos en las rutas y accesos de las principales ciudades de Santa Fe trabaron el envío de pasta base desde Bolivia -para elaborar cocaína- y marihuana desde Paraguay.
Hay dos problemas que la pandemia del coronavirus hizo invisibles en las principales ciudades, como Rosario y Santa Fe: las adicciones a las drogas y la violencia familiar y de género. Parecen puntos imperceptibles pero reales de una trama social que hoy está agobiada por la cuarentena, pero que en el extenso periodo de aislamiento que queda hasta después de Semana Santa actores políticos y sociales empiezan a advertir que esos problemas subterráneos de la pandemia van a emerger en algún momento.
El sacerdote Fabián Belay, de la Pastoral Social sobre Drogadependencia, camina los barrios de Rosario desde hace años, y durante la emergencia por la cuarentena los curas villeros son claves para medir el termómetro social. “Estamos tratando de asistir a jóvenes que sufren adicciones con un seguimiento mayor, porque la cuarentena deja al descubierto todas las limitaciones. Hay problemas serios, con familias enteras que padecen estos problemas y están en cuarentena todos juntos. Hay que darles contención”, apuntó el cura.
Belay sostuvo a la radio Aire de Santa Fe que “se nota que hay menos cantidad de droga circulando, y que ha notado que las sustancias como la cocaína y la marihuana escasean, por lo que muchas personas se han volcado al alcohol para compensar la adicción”. “Vemos que aparecen también sustancias que surgen en épocas de crisis severas, como fue el 2001, cuando se empezó a inhalar pegamento”.
El valor de la cocaína aumentó un 50% en la provincia, en un escenario de escasez por los controles de las fuerzas de seguridad. Según el último informe elaborado por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina en 2017, en Santa Fe “la prevalencia por mes de consumo de alcohol afecta a un 55 por ciento”, es uno de los más altos en el país, detrás de Córdoba.
La provincia ocupa el mismo segundo puesto en consumo de marihuana, con el 5,1 por ciento de la población a nivel mensual. “La prevalencia de cocaína en la provincia de Santa Fe se registra en un 0,4 por ciento”, advierte el informe por provincia.
Hay menos droga en la calle porque las fronteras están cerradas y las rutas custodiadas como nunca por Gendarmería en momentos en que el tráfico está reducido, por lo que no ingresa ni pasta base ni cocaína de Bolivia ni marihuana de Paraguay. “Se cortó la cadena de suministros”, señala el Ministerio de Seguridad de Santa Fe.
Pero además de que escasean los estupefacientes, sobre todo la cocaína, la droga se vende a un precio un 50 por ciento más alto, señala un efectivo de la Agencia Criminal de Investigaciones. Ese precio no se puede pagar en los barrios más humildes, por lo que la cocaína volvió a ser como en los años 70 en los días de cuarentena como una droga de la elite. “El delivery es hoy la única forma de distribuir lo poco que queda de droga”, señaló la fuente.
El diputado Carlos Del Frade se mostró preocupado por este escenario nuevo y complejo en el que puede romperse esta paz endeble en los barrios cuando se acabe la droga. “Todo está muy frágil y en este contexto tan complejo no hay que dejar que la desesperación de la gente sea aprovechada por las bandas narcocriminales, como Los Monos y el clan Alvarado, que dominan gran parte de la ciudad”, afirmó el legislador, que considera que la violencia se descomprimió en las calles de Rosario y Santa Fe, pero estalló dentro de las cárceles.
Desde el lunes de la semana pasada se produjeron siete muertes en una sucesión de disturbios y enfrentamientos focalizados en los penales de Las Flores y Coronda, donde se encuentran los reclusos con menos recursos, con un perfil determinado: pobres y marginales.
La otra cuestión que se hizo invisible en la escena pública tras la cuarentena es la violencia de género, donde los agresores conviven con sus parejas.