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viernes, mayo 3, 2024
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Cuando la mística política choca contra el plato de sopa

Alberto Fernández tiene cuatro meses de gobierno. Algunos lo declaran Jefe de todos los ejércitos angelicales del bien. Otros aprovechan que células corruptas o ineptas malgasten el dinero en sospechosas operaciones de compras de alimentos y lo declaran corrupto. Hijo de corruptos y nieto de corruptos. La miseria del alma humana o el vandalismo intelectual tienen caras diferentes pero exageraciones parecidas. «Lo peor de la peste no es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas. Y ese espectáculo suele ser horroroso”. (La Peste, novela, Albert Camus).

“El problema básico y primario es cómo salimos del aislamiento más que el cuándo” dice un experto científico argentino que estudia desde hace 25 años el virus de la bronquiolitis. Visto desde el punto de vista de la salud, es una máxima, pero desde la economía de la sociedad, se observa como un drama.

En el cómo y en el cuándo se enfrentan la mística de la guerra contra la muerte previsible con el aislamiento obligatorio -y penado- por el gobierno nacional y el plato de sopa en la mesa.

“Mi marido tiene cerrada la fábrica. Y yo tuve que cerrar la tienda. Necesito dinero para comer con mi marido y mis hijos. Y gasto 9 mil pesos por mes en medicamentos. Cómo hacemos para vivir si el ingreso de dinero es cero” dice una comerciante al cronista de El Colono del Oeste.

“Cientos de esperancinos ponen en facebook y otras redes sociales productos a la venta, por la necesidad de comer todos los días. Gente que nunca tuvo negocios sale a ofertar en las redes barbijos desde 30 pesos hasta 100 pesos cada uno.

Tengo ofertas de ropa. Vendía a lo sumo tres o cuatro prendas máximo en un dia (y muchos días vendo nada). Y las entregaba por delibery. Hoy ya no puedo porque me advirtieron desde el municipio que me van a clausurar el local. Mientras ves que en la plaza hay colas por cuadras en las financieras. Entonces me pregunto, ¿a quién cuida el Estado? Si no trabajo no puedo comprar mis medicamentos  que son indispensables para mi salud y en casa llegará el momento, cercano, que no vamos a poder comer”.

“Yo, como muchos esperancinos no queremos el bolsón de comida, ni planes sociales, ni los 10 mil pesos, queremos trabajar y tener independencia económica, porque a miles de esperancinos nos averguenza tener que pedir o recibir dádivas, pudiendo trabajar. Por éso pedimos que nos dejen trabajar -a las tiendas y negocios que podamos- mediante el delivery y las redes con ofertas. Porque esa es la mejor forma digna de sobrevivir”.

“Además, quién va a tomar un crédito bajo estas condiciones, si ni siquiera el gobierno sabe cuándo esta pandemia va a terminar” reflexiona la vecina.

“Hay chicos que no tienen celular. Algunos lo tienen roto. Y hay quienes lo tienen a tarjeta, y si las actividades gastan mucho crédito, los padres no tienen más dinero. Por éso hago las actividades en mi casa, saco fotocopias y se las llevo a mis alumnos en el campo” dice Yolanda, una maestra rural,  a periodistas de este medio.

Los expertos en economía, dicen que lo máximo que puede sostenerse en el tiempo, dentro del sistema económico una familia, sin sufrir consecuencias por no trabajar, es 25 días. Estamos atravesando la tormenta a la altura de la mitad del río. El peor lugar. Es como estar en la mitad de la calle y viene un camión a alta velocidad.

La pandemia en Argentina está en su momento más caliente. El contagio boca a boca- ojos, nariz- está en la calle y no se lo ve venir. La crisis económica familiar y empresaria muestra principios de incendio. ¿Qué hacer? En verdad, todos los libros están quemados. Nadie lo sabe. Por éso una enorme cantidad de politicos que ayer pululaban en las redes, están y permanecen escondidos.

Por experiencia propia en otros menesteres de la política conocen que: Entre la virtud y la heladera, gana siempre la heladera. La opción es perversa: La vida o el plato de sopa.

Dios bendiga a los que ponen la cara y conducen el barco en medio de esta inédita tempestad para que encuentren en la sabiduría el cómo y el cuándo.

                                                                                                                Daniel Frank