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domingo, mayo 19, 2024
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Lara esperó así, de rodillas, una cama en el hospital

Lara Arreguiz murió con  coronavirus. Y además de otras cosas. Con sus  22 años, su amor por los animales, por la vida, se encontró con la muerte en un hospital, luego de esperar por dos días, de rodillas en los pasillos, una cama en el Hospital de Santa Fe.

 

Para los que llaman a este mal invisible que enferma y que mata, la fotografía es una cachetada de realidad que los debería sacudir en su más íntima verguenza.

Entre los manifestantes del “coronaverso” están los instruidos. Son los ilustrados de siempre, incluidos curas, contadores, médicos, empresarios, políticos, periodistas. Son instruidos, ilustrados, no educados.

Deberían estos autoproclamados libertadores poder liberar la verguenza ante esta chica de 22 años que rogó de rodillas por una cama, mientras se moría por Covid, pero estaban todas ocupadas. Será difícil que liberen esta verguenza porque generalmente no sienten culpas. Su conciencia adolescente les dice que los equivocados y los malos son siempre los otros.

Dirán que la muerte de la jovencita es culpa de otros. Al fin de cuentas, lo único que necesita el mal para manifestarse es una buena causa. Es la mítica voz de la serpiente bíblica.

La soberbia es la mezcla de la ignorancia y la ambición desmedida. Y suele ser letal. En sus ilusiones narcisistas de poder sueñan que las multitudes los siguen en sus alocadas, irracionales y mentirosas ideas y proclamas. Gritan encolumnados como patriotas que el Covid es un “coronaverso” y lanzan arrogantes teorías libertarias, vacías de ciencia, de contenido y llenas de falsedad.

La sociedad los mira. Y susurra por lo bajo con cierto temor a enfrentarlos. Los médicos santafesinos -con sus muertos a cuestas- los denuncian en Rosario visto que infringen la ley para propagar la enfermedad y la muerte, que la ley castiga con la cárcel.

Ante ellos, los gobiernos dudan y la Justicia no sabe bien qué hacer.

La piba, llena de sueños y de bondad, que estudiaba Ciencias Veterinarias en Esperanza se ha ido. ¿O se ha quedado para siempre? Las historias son el pasado pero se escriben hacia adelante.

Ojalá que en sus ojos que se han cerrado por la eternidad, pueda la sociedad abrir los suyos, con la empatía firme y el amor enorme de humanidad que ella tenía para con todos.

Ojalá Dios pueda darle en el cielo, lo que los seres humanos le han negado en la tierra.

Daniel Frank