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martes, abril 30, 2024
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Lidia Sánchez: “Mi sueño era ser tambera”

“El recuerdo más lindo de mi infancia es junto a mi abuela Lidia, en el campo; en las vacaciones adoraba ir a verla. De ella aprendí el amor por las vacas. Desde esa experiencia ya sabía lo que quería para mí: vivir del tambo”, cuenta Lidia Sánchez.

Conocí a Lidia en el marco de los Premios Lía Encalada. Era una de las 100 postulantes que había llegado en micro desde la provincia de Santa Fe. Después del acto, a la noche, un grupo, entre organizadoras y postuladas, salimos a recorrer la capital. Algunas no conocían la ciudad y, maravilladas, no dejaban de mirar hacia arriba. Lidia era una de ellas. Esa noche comprendí la magnitud de lo logrado hasta ese día. Éramos mujeres en la capital del país que hasta ese momento estaban invisibilizadas.

Nació en Esperanza, provincia de Santa Fe, donde vivió hasta sus 6 años. De allí por cuestiones laborales de su padre se mudaron. Cuenta que a lo largo de su vida tuvo que sortear pérdidas y desencuentros familiares que la hicieron valorar el trabajo y a los suyos: “nos pasaron un montón de cosas, mi papá se enfermó y nos mudamos a Pergamino cuando tenía que empezar la primaria y ahí vivimos 5 años. Con el tiempo cada uno fue tomando su camino y después de mucho amor y comprensión, el campo nos unió”.

Esta tambera con 19 años de experiencia dio sus primeros pasos desde chica en el campo.  Lo más lindo de su infancia en la ciudad de Esperanza era esperar el verano para viajar al campo con su abuela en Moisés Ville, a 130 km de su ciudad. Ahí tuvo sus primeros contactos con las vacas, los terneros y el ordeño. Recuerdo que andaba entre ellos con mis primos. “Esto lo mame de chica. Mi abuela les ponía nombre a todos los animales, ella les encontraba una característica para reconocerlos. Era mágico, los nombraba y ellos venían moviendo la cola”, recuerda con nostalgia y continúa: “cuando llegaba el momento de volver a mi casa, sentía que me arrancaban de los brazos de mi abuela”.

A los 23 años tomó la decisión de emprender sola su camino hacia Córdoba: “Vi el aviso en el diario, pedían personal para ordeñar. Era tiempo de independizarme y me fui. Ahí conocí a Esteban, mi marido y compañero: éramos jóvenes pero hasta el día de hoy mantenemos el mismo amor. Tenemos 4 hijos: Camila, Victoria, Lucas y Gabriel. Este camino fue difícil, pero siempre trabajamos duro pensando en el bienestar los seis”, recuerda. En el 2009 se propuso tener una compromiso más, estar al frente de un tambo: “quería ser tambera sentía que tenía el conocimiento para afrontar la responsabilidad”.

Hoy es una tambera que con 41 años enfrenta la vida con convicción y tenacidad. Es estudiante, empleada en el Establecimiento de las Hermanas Hilder, en su ciudad natal donde junto a su esposo llevan la administración del tambo. Sus hijos van a una escuela rural a 15 km de su casa, en un pueblo llamado Santa María Norte. “La elegimos porque ellos disfrutan de ese lugar, paradójicamente, viviendo a 4 km de la ciudad. Ellos me ayudan, estudian y ven el campo como un futuro. Con mi marido los vemos crecer a nuestros hijos, jugando entre los galpones, aprendiendo del tambo, descalzos, corriendo con los animales. Los miro y me siento feliz, este es mi lugar y el que ellos también eligen como suyo”, dice orgullosa.

Maria Inés y Emilia Hilder heredaron el campo de su padre y lo llevan adelante con mucho trabajo, como mujeres empoderadas, apostando por este sector. Se les reconoce como el tambo 1 y tienen 230 vacas en ordeñe. Lidia se dedica a la guachera, el ordeñe y a lo administrativo; su marido a la inseminación y al pastoreo de las vacas. Son un grupo de trabajo grande junto a un tractorista, técnicos, ingenieros, veterinarios. “Mis hijos están en la periferia, ellos nos ayudan cuando tienen tiempo. La lechería es una actividad que obliga al esfuerzo de todos. Ese es el día a día detrás de los animales”, comenta.

Lidia terminó sus estudios secundarios en una escuela nocturna. Debido a la responsabilidad que tiene a su cargo, ella sintió la necesidad de encarar una capacitación, pensando en ella y en su desarrollo profesional. De esa manera es que, actualmente, está cursando la tecnicatura en producción primaria de lechería. “Cuando termine la secundaria me comprometo a seguir estudiando porque creo que es necesario aprender para mi desarrollo como persona y en lo laboral». La tecnicatura es dictada por la Universidad Nacional del Litoral, en la localidad de Esperanza y concentra temas de mucho interés para el sector. “Creo que es fundamental la capacitación por la responsabilidad que tenemos los tamberos”, explica.

«Al campo no lo cambio por nada, me llena de paz. Es crudo pensarlo, yo espero que hasta el último minuto de mi vida pueda trabajar con las vacas. Sería como cerrar mi vida, ellas me acompañan y este desafío lo hago con gusto”, concluye. El sueño de Lidia es viajar a Nueva Zelanda y aprender de las experiencias de los tambos en ese país, confío que algún día lo logrará.

Fuente: https://www.semanarioextra.com.ar/

(Por Mónica Gómez)