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martes, mayo 21, 2024
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Lo “condenaron” a vivir en Esperanza pero prefirió la cárcel

Una de las características de la violencia de género es la sistematicidad, los agresores no suelen respetar las medidas de distancia solicitadas por sus víctimas, ni las órdenes impartidas por los jueces una vez que la causa llegó a la justicia penal.

 

Este fin de semana un santafesino quedó en prisión preventiva por violar las reglas de conducta que le impusieron tras ser condenado por delitos cometidos contra su ex pareja.
Cuatro días. Ese fue el tiempo transcurrido entre la sentencia y el primer incumplimiento de G. D. Juri, quien había recuperado su libertad el 8 de junio luego de firmar un juicio abreviado por agredir y amenazar a su ex. La pena de años de ejecución condicional venía atada a la prohibición de acercamiento a menos de mil metros de la mujer y la obligación de mudarse a Esperanza, entre otras reglas, pero esto no le importó.
El sábado 19 fue trasladado nuevamente a los tribunales santafesinos, donde la fiscal Jorgelina Moser Ferro le atribuyó el «incumplimiento de mandato judicial reiterado» luego de que varios vecinos lo vieran pasearse en reiteradas oportunidades cerca de la casa de su ex pareja, como acechándola, entre el domingo y el martes de la semana pasada. Esta vez, el juez Octavio Silva ordenó que permanezca en prisión preventiva y, de ser condenado, la pena será de cumplimiento efectivo.

«Te tendí una trampa»
A pesar de que su relación terminó, Juri continuó violentando a su ex pareja hasta tal punto que la mujer solicitó una medida de distancia y de prohibición de contacto en la Justicia de Familia, la cual le fue otorgada el 5 de marzo de este año. Sin embargo, esta no tuvo el efecto esperado, ya que él continuó acosándola.
Un mes después, desde el 4 al 10 de abril, le envió casi de manera constante mensajes de whatsapp, por lo que ella terminó denunciándolo. El domingo 11, se volvió a contactar con ella al enterarse de que se había acercado a la policía, exigiéndole que retire la denuncia. Fue imputado, y recuperó su libertad bajo medidas alternativas.
La violencia escaló la madrugada del 5 de junio, cuando él se acercó a la casa de la mujer con la intención de «hablar» y una vez en la terraza comenzó a insultarla. Ante esta situación, ella le pidió que se fuera, pero en lugar de obedecer Juri se abalanzó contra el cuerpo de la mujer y la tomó del cuello. La amenazó de muerte mientras la asfixiaba. Ella intentó defenderse, quitárselo de encima, y él le mordió la mano para detenerla. La pateó repetidas veces y se retiró del lugar.
Minutos más tarde, volvió a comunicarse con ella para enrostrarle que le había tendido «una trampa» y asegurarle que se había vuelto a «arriesgar para hacer daño», ya que sabía que tenía prohibido acercarse a ella, tanto por orden de un juez de familia como en el marco de una causa penal. «Metele captura y mostrarle a la fiscal, así voy por los 6 meses» de prisión, le escribió, demostrando una actitud que se repite en la mayoría de este tipo de violentos, la idea de que ‘no les importa nada’, no le temen a las consecuencias con tal de hacer sufrir a sus ex parejas.

Una pesadilla
El 8 de junio G. Juri fue condenado por el juez Rodolfo Mingarini, tras la presentación del juicio abreviado acordado por la fiscalía y al defensora pública Sonia Bustos. Ante su falta de antecedentes y las bajas penas que prevé el código para los delitos de «lesiones leves dolosas calificadas por el vínculo y por violencia de género», «incumplimiento de mandato judicial» y «amenazas», se pactó 3 años de cumplimiento condicional y una serie de reglas de conducta.
Entre estas, fijar domicilio en la ciudad de Esperanza, someterse al cuidado del Patronato de Liberados, y una medida de distancia y prohibición de contacto por cualquier medio respecto de la víctima. Además, la abstención de consumir estupefacientes y abusar de bebidas alcohólicas.
Ese parecía ser el fin de la pesadilla que venía sufriendo la mujer, pero su tranquilidad duró poco.
Apenas cuatro días después de que Juri recuperara su libertad, los vecinos de ella comenzaron a verlo pasearse por el barrio. Cuando la fiscal Moser Ferro tomó conocimiento de esta situación, ordenó su inmediata detención por el «incumplimiento» de las reglas de conducta, y desde este sábado pasado permanece privado de su libertad con una nueva causa en su contra.

(Ornella Pazzi – Diario El Litoral de Santa Fe)