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viernes, abril 26, 2024
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Menem desde la barricada del periodismo: entrevista a Rogelio Alaniz

El menemismo como experiencia histórica

¿Por qué una entrevista sobre el libro La década menemista?, primeramente por la obvia razón del reciente fallecimiento del doctor Carlos Saúl Menem y porque más allá de que lo que ocurra en el futuro no nos puede ser garantizado por lo ocurrido en el pasado, la experiencia histórica es la principal fuente de conocimiento.

Juan Carlos Portantiero, quien prologó el libro de Rogelio Alaniz sobre el que dialogamos con él, sostuvo que el menemismo “ha miserabilizado moral y materialmente a la sociedad argentina”. Y no es broma, constituye una forma de poder, una modalidad de lo social y una cultura política que viene tallando nuestra decadencia.

Si bien no se pretende agotar el menemismo en una entrevista, se pondrán en observación algunas de sus puntas de icebergs. El Menem que desde la barricada del periodismo retrató Alaniz, es un testimonio de coherencia y resistencia a la cual hemos adherido en los `90 y creemos preciso volver, para disputar, en el terreno de los imaginarios y del sentido común, los sentimientos, las pasiones y las emociones que le impiden progresar a la sociedad argentina.

El menemismo como peronismo

En el artículo La viabilidad del orden menemista de 1990 escribió que el justicialismo, con sus principios estatistas, fue el partido que llevó a cabo un proceso de privatizaciones “cuya radicalidad asombra hasta a los liberales más ortodoxos”. ¿Se podría decir, entonces, que con la irrupción del menemismo las dudas acerca de la naturaleza del peronismo como “religión de Estado” o pragmática pura del poder, quedaron definitivamente disipadas?

En primer lugar hay que considerar la identidad peronista del menemismo. El menemismo no es una rara avis al peronismo, es una versión del peronismo, en un determinado contexto histórico, en tanto y en cuanto el peronismo es esencialmente una estrategia de ejercicio del poder, más que una doctrina. En eso Menem es rigurosamente peronista. Menem toca una melodía que le suena bien a los sectores liberales y conservadores de Argentina: pienso en Alsogaray, Krieguer Vasena, Federico Pinedo, Martínez de Hoz, Alemann… lo que promete hacer Menem es muy parecido a lo que los liberales querían hacer con el apoyo de las Fuerzas Armadas, pero que durante los `90 se pudo hacer con el apoyo de la estructura peronista: los sindicatos, los caudillos provinciales, las corporaciones que históricamente ha controlado el peronismo. Esto fue posible en el contexto del fin de la Guerra Fría y del consenso de Washington, en otro contexto no hubiera sido posible.

Usted advirtió que las iniciativas que en materia de privatizaciones intentó poner en marcha durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Rodolfo Terragno, provocaron la ira de los caciques sindicales, pero ese poder sindical, con Menem presidente, aparece “neutralizado políticamente, reducido a su mínima expresión, solo conservado para eventuales juegos de negociaciones” ¿Cómo explicaría el logro que usted apunta en el libro, el de “invertir el sistema de creencias del peronismo”?

Si bien a partir del 95, 96, aparece toda una corriente sindical que se opone al menemismo, además de gremios estatales como ATE y CETERA, después Moyano y varios dirigentes, convocados alrededor de lo que se llamó el “sindicalismo combativo”, de todas maneras, lo que yo creo es que hubo algo que está presente en la cultura de todo sindicalista peronista que es el poder y los beneficios del poder. Las concesiones que hicieron a la política de privatizaciones no las hicieron gratis. Ellos cobraron mucha plata… pienso en Pedraza con los ferrocarriles, hay una corporación sindical que se enriqueció enormemente con el proceso de privatizaciones, que fueron grandes negociados que un liberal clásico rechazaría, por la falta de controles estatales y condiciones monopólicas.

El menemismo en su dimensión social

Recuerdo que Darío Macor observaba el fenómeno del menemismo como una expresión territorial. Usted parece estar de acuerdo con esta idea cuando escribe, en La república menemista (1994) que esta “estructura de poder poco tiene que ver con la tradición democrática liberal de los partidos políticos, y se parece, cada vez más, a un esquema de poder pre político cuyo antecedente más inmediato es posible encontrarlo en los caudillos de las provincias del Noroeste, que hallaron en figuras como Saadi, Juárez, Menem, o Sapag a sus paradigmas perfectos”. ¿Hubo entonces una combinación de arcaísmo y actualización hegemónica? ¿Una hibridación tipo “régimen”?

Bueno, el peronismo es eso, lo sigue siendo. Insfrán es un testimonio de esa relación de caudillos feudales, o Zamora, que si bien proviene del radicalismo, está claro no tiene nada que ver con la filiación liberal democrática o republicana del radicalismo. El peronismo se estructura con diferentes componentes: una cosa es la versión sindical, la vertiente laborista, la UOM, la CGT, digamos… después están los caudillos provinciales, que no tienen la misma filiación que los caudillos sindicales, que si bien adhieren al folclore tradicional de Perón y Evita, digamos, es una vertiente distinta, después tenemos el peronismo político, de los profesionales y el peronismo empresarial, de aquellos empresarios vinculados al mercado interno, hay varios bloques, pero esto no es un esquema, no es algo cerrado, es algo que se entrecruza permanentemente, que es muy flexible.

También ha escrito que “el menemismo se corresponde, y a su vez expresa, un tipo de sociedad cuya descripción fáctica no es más que un inventario de sus paradojas” y, en ese sentido, mi pregunta es: ¿Qué medios y estrategias empleó el menemismo para ser aceptado como síntesis de esas contradicciones?

Bueno, algo tiene que ver la historia del peronismo, pero creo que hay un punto en el que se le permite recuperar el poder y es en la crisis que Alfonsín no puede manejar, que entregó el gobierno anticipadamente, en un proceso que también es paradójico, porque todo hacía suponer que el rostro del peronismo para enfrentar a Alfonsín iba a ser Cafiero y no la supuesta marginalidad que representaba Menem, y en la única interna — jamás hubo una interna en el peronismo, ni antes ni después—, gana Menem, con lo cual toda esa mezcla de caudillismo y farándula, tocó una fibra sensible del peronista, tiene que ver con sus imaginarios, es decir, el peronista se sintió más representado por Menem que por Cafiero. Hubo otros procesos más complejos, pero esta es una de las paradojas, al mismo tiempo que llega en esas condiciones al poder, da otro golpe de timonel y se vuelve un neoliberal converso, acérrimo, porque, repito, el peronismo no es una adhesión a un dogma ideológico, y se ve claramente, pues la única manera de sostener el poder en los `90 era haciendo lo que hizo.

El menemismo como cultura política

¿Qué incidencia tuvo el menemismo en el debilitamiento de los partidos políticos como elementos centrales de la construcción de un orden democrático y que consecuencias políticas y sociales tuvo y tiene el debilitamiento de los partidos políticos?

Es complicado, porque por un lado, en la formación de un peronista, la categoría “partido político”, no es una categoría decisiva, el Partido Justicialista es una herramienta para dar una respuesta electoral a un régimen, que se ha revelado históricamente, liberal, lo importante es el movimiento, en la cultura de un peronista clásico lo que predomina es la cultura movimentista, heredada de los fascismos y del falangismo español: el movimiento que representa a toda la Nación y los órganos de representación como diferentes corporaciones conducidas por un líder. De ese esquema se nutren todas las actualizaciones populistas, inclusive Laclau, esta idea del movimiento, no del partido. Ahora, la crisis de los partidos políticos tiene que ver con la crisis de la democracia representativa, que tiene que ver con las transformaciones propias de la posmodernidad, es decir, el modelo de democracia representativa, que consideramos el menos malo, es un modelo que tiene tendencias al agotamiento, aunque todavía no encontremos algo que nos satisfaga como superación, ni las dictaduras de izquierda ni de derecha han demostrado ser una superación, pero seríamos necios si desconocemos que no tiene dificultades para representar a esta sociedad del siglo XXI.

Permítame recurrir a la escala subnacional. Usted plantea en su libro que la corrupción “degrada en sus contenidos y en sus fundamentos a la democracia”. Esta afirmación me recordó un pasaje del Informe Nogueras en el cual, el doctor Alfredo Nogueras, presidente de la Comisión Investigadora del Banco de la provincia de Santa Fe, apoyado en la documental, afirma haber observado en el banco “una institución ganada, en lapsos prolongados, por una corrupción generalizada”. No obstante, el principal impulsor de la privatización, el dos veces gobernador y senador prácticamente vitalicio Carlos Reutemann, siempre fue considerado alguien que se distinguía por su transparencia, alguien “no contaminado” por la política. ¿Cómo analiza este fenómeno de época consistente en reclutar figuras ajenas a la política? Esta práctica, acaso, ¿no vulnera uno de los principios simbólicos alrededor de los cuales se ha organizado la sociedad para vivir en democracia?

Reutemann es un fenómeno particular, no podemos decir que es un candidato de la farándula, el viene de otro lugar, de las carreras de Fórmula 1, un mundo competitivo moderno, en el cual, para participar, hay que aprender a manejar, no sólo un auto, sino otras cosas. Esto en cuanto a la personalidad de Reutemann que, a diferencia de un personaje de la farándula, que sería manejable por los aparatos políticos, el peronismo nunca lo pudo manejar a Reutemann, es más, Reutemann puso al peronismo a sus pies, el peronismo terminó reportándose a Reutemann y no a la inversa, digamos, motivo por el cual fue dos veces gobernador y los otros dos períodos en los cuales fue gobernador Obeid, fue porque tuvo el apoyo de Reutemann, siendo que al revés no hubiera sido posible. Reutemann no fue gobernador por el apoyo de Obeid, pero Obeid sí fue gobernador por el apoyo de Reutemann, con lo cual podríamos decir que, de hecho, Reutemann gobernó la provincia de Santa Fe por casi veinte años, esto hace pensar que su liderazgo fue algo más que una simple expresión de la farándula. Se encarnó en el territorio, en una provincia de Santa Fe que no es Catamarca, La Rioja o Santa Cruz, que tiene dos grandes ciudades y sectores tecnológicos, agro-exportadores e industriales, desarrollados, es decir, lo de Reutemann hay que estudiarlo con más detenimiento.

El menemismo como “capitalismo argentino”

En sus artículos de los primeros años `90 usted realizó una crónica de la implantación del “capitalismo argentino” por la vía del menemismo; también informó sobre la lenta consolidación de un criterio básico de la democracia política: el reformismo-progresismo, un sistema en el cual es posible concebir la vida, lo cito: “sin saltos al vacío, sin esa dramaticidad que nos hacía vivir cada coyuntura política como el punto de partida de una nueva refundación de la política”. ¿Cómo le parece que han evolucionado estas dos dimensiones de lo social, estos dos legados del menemismo, a saber, el “capitalismo argentino” y ese cierto afianzamiento de la cultura política reformista-progresista?

Bueno, primero yo diría que ni el menemismo ni Macri ni el kirchnerismo han logrado hacer funcionar el capitalismo, por lo menos en niveles óptimos. Han tenido aciertos, pero el balance es negativo, por donde lo mires. Sin embargo, no hemos abandonado la democracia. Parecía que con Cavallo se lograban ciertas cosas, pero como Menem es peronista, debía bregar por la reelección y luego por la re-reelección, con lo cual se descalabró todo el trabajo técnico.

Lo que estoy en condiciones de afirmar es que Menem hizo realidad muchos de los anhelos de los sectores conservadores liberales, con sus “lumbreras” de ministros de Economía, que lo fueron de la mayoría de los gobiernos militares o de gobiernos civiles muy debilitados, como en el caso de Frondizi. Menem puede sostener esto desde el peronismo, la banalización de la democracia proviene de banalizar los valores de la política, de las culturas republicanas. El mundo de la farándula hace todo más liviano, la Ferrari y los paseos con chicas de la noche, digamos, pero esto va reforzado por otras cosas, en la gestión también están Domingo Cavallo, Guido Di Tella, Roberto Dromi, no hay payasos en puestos claves. Allí el análisis es más complejo. En una crónica de un diario uno no puede escribir todo, uno escribe en el semana a semana, uno escribe… si yo tengo que escribir hoy, tengo que escribir sobre el escándalo de las vacunas, leído dentro de treinta años, bueno, la vacuna no es lo único que explica el gobierno de Alberto Fernández…

…Lo que me pareció interesante es que usted le hace una finta a lo económico, a la consabida continuidad entre las reformas de Martínez de Hoz con las de Cavallo, y ataca directo la cuestión de la cultura política y afirma una degradación de la democracia.

Menem banaliza. Un ejemplo: todavía no había asumido, viene el General Líber Seregni, unos dirigentes del Frente Amplio uruguayo, a saludarlo, a La Rioja y Menem les dice “vamos a cenar con unos amigos” y los amigos con los cuales los sienta, son unos coreanos, que resultan ser del Grupo Moon y en un momento parece que Líber Seregni le pregunta “qué es esto”, “como puede ser”, “ah… muchachos, pero si este es hincha de River y este también”, “y a este otro le gusta Peñarol y a vos también”, eso es banalizar. El grupo Moon, furiosamente anticomunista, que había tenido serios problemas con los uruguayos, se superaban, para él, con un asado y a partir de las afinidades con la camiseta de fútbol.

Menem y el extraño encanto de no ser tomado en serio

Hay una contradicción interesante en sus crónicas de 1991. En una de ellas  — ¿Quién es el autor?— afirma que “el criterio de verdad de un relato es su posibilidad de institucionalizarse como poder”. Usted advierte que si bien debemos ser conscientes de que la realidad es múltiple, las “llamadas realidades oficiales no son más que relatos constituidos en poder”. No obstante, la vigencia de Menem, usted la informa mediante el apoyo clásico de los factores de poder, su irrestricta obediencia en la tarea de recomposición hegemónica y “en un tercer requisito (…) la capacidad de desentenderse de sus acciones y de las consecuencias de sus actos”. En pocas palabras, logró no ser tomado en serio. Ahora bien, en vistas de estas contradicciones y para finalizar, dos preguntas: ¿Cuáles serían los fundamentos para un juicio histórico?, ¿Y acaso sigue “reverberando” en sus consecuencias el menemismo?

Sobre los fundamentos habría que pensarlo mejor, pero hay cosas que hubieran pasado aunque Menem no hubiera existido. Yo creo que la cultura y la política que informa el menemismo ya no influye en Argentina. Las cosas han cambiado bastante. Afirmar lo contrario sería algo parecido a adscribir a ciertos relatos de la izquierda, tipo militantes de Madres de Plaza de Mayo, que siguen luchando contra las condiciones impuestas por la dictadura y por eso les resultó tan cómodo decir, cuando surge Macri, “volvió la dictadura”. Yo no creo que sea así. Menem marcó con su impronta, pero más trascendente, en términos simbólicos, fue la figura de Alfonsín. Alfonsín creía en lo que hacía, Menem nunca. Lo que hizo, lo hizo para tener poder, no era alguien que, luego de haber leído a Hayek, a Von Misses y a Friedman, se haya convencido de las bondades y de los valores del libre mercado. Ya lo dijo Corach, “si Kirchner hubiera ganado en el 89 hubiese hecho lo mismo que hizo Menem y si Menem hubiese ganado en el 2003, hubiese hecho lo mismo que hizo Kirchner”. Con esto estoy diciendo que lo que caracteriza al peronismo es ser una la modalidad de ejercicio del poder…

…esa es “la tesis de Alaniz”…

… esa es. Esto lo dicen varios ahora, yo lo escribí cuando nadie lo decía, ahora cualquiera dice que el peronismo es una máquina de poder. Y es eso, una máquina de poder sostenida en mitos. Recuerdo que citaba, en mis artículos, una declaración de Dante Gullo “podemos conceder todo, excepto nuestros mitos”. Los mitos y el poder: si por eso me tengo que hacer clerical, anticlerical, de izquierda o cosmopolita, lo voy a hacer y Menem lo hizo, fijate todo lo que concedió en la Reforma de la Constitución, para lograr la reelección y sostener el presidencialismo.

Mauricio Yennerich