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viernes, mayo 3, 2024
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Una pintura de la realidad en la Plaza San Martín

A la misma hora que entierran en Humboldt a una joven mujer de 35 años, con covid, mamá de dos niñas pequeñas, en el domingo de ayer, muerta en un nosocomio de Esperanza, hay unas mil personas en Plaza San Martín, disfrutando la tarde de otoño a cara descubierta.

En la esquina de calles Sarmiento y 25 de Mayo, todos con barbijos, los empresarios, trabajadores y trabajadoras del sector de eventos y fiestas, claman por una respuesta que no encuentran hace más de un año, ante una realidad que los empobrece, hasta hacerlos fleteros, vendedores ambulantes y cualquier cosa que les reporte un ingreso mínimo para poder comer, ellos y sus familias. Ellos son parte directa de las víctimas económicas de la pandemia. Son condenados para salvarle la salud y hasta la vida a otros.
En la otra esquina de la plaza, al sur, entre Aarón Castellanos y Sarmiento, en el cordón del pavimento unos 20 pibes y pibas que se adivinan menores de edad, toman mate y comparten a pico una botella de porrón. Bromean y se ríen, sin tapabocas, ajenos al mundo real.
En el medio, la Plaza San Martín, principal paseo de la ciudad, está llena de gente. Aunque esté prohibido.

Nadie tiene barbijo, ni abuelos, ni niños, ni gente de edad media, mientras unos chicos toman al centro de la plaza como velódromo y esquivan magistralmente a los pequeños y a la gente mayor que charla despreocupada ante la presencia de San Martín que mira atento hacia el sur junto a la libertad. Si alguien mayor les dice que no lo hagan, porque van a lastimar a otra persona, se ríen con tono burlesco. De hecho ya ha pasado con una nena de no más de 3 años, a la que le fracturaron una manito al chocarla ante la desesperación de los padres. La palabra alienta pero el ejemplo, arrastra. Al cielo o al abismo.
En la vereda de Sarmiento, a lo largo de la plaza, jóvenes toman gaseosas y mate, como lo ha sido toda la vida mientras charlan de temas diversos.

En el Hospital, en el mismo domingo, hisoparon a unos 200 esperancinos, niños, jóvenes, adultos, ancianos, enfermeras y médicos que están bordeando el desmayo del cansancio desde hace un año y un par de meses, mientras por la ventana ven la larga cola esperando. Por horas, por la vestimenta que tienen, no pueden siquiera tomar un vaso de agua.
Dentro, en el Hospital y en el Sanatorio, hay decenas de vidas, de todas las edades, que luchan por no formar parte de la lista de muertos, más de 60 en Esperanza.
Dicen que el Covid afecta los pulmones, el cerebro, el corazón. Puede ser. Pero antes de ello, el Covid afecta a los oídos y ataca a un sector de la sociedad que, entonces, no escucha y está decididamente de su lado. Y se observa que el virus primero ennegrece a la empatía, la calidad social y el alma misma de personas en una comunidad. Cuando la razón se nubla, la lluvia se hace un fenómeno natural y la furia de la tormenta se ve a través de un vidrio.

Son las 11.50 de la mañana de lunes.En Santa Fe acaban de avisar que solamente quedan dos camas para los enfermos críticos para los vecinos de la ciudad capital y de toda la región.
  Daniel Frank