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viernes, mayo 3, 2024
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1986: Dante Caputo y la cuestión Malvinas

“Curiosamente —sostiene Pablo Biasotti en su artículo Diplomacia y Soberanía— la cuestión de la soberanía pareció ser un argumento más importante para el gobierno democrático de Alfonsín que para los gobiernos militares argentinos”.

En vistas de que el 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, a 38 años del inicio de hostilidades con el Reino Unido, nos ha parecido oportuno recuperar fragmentos seleccionados del discurso de apertura de sesiones del 24 de noviembre de 1986, ante la Asamblea de Naciones Unidas, del Canciller Dante Caputo.

En él, Caputo había llamado la atención sobre la intransigencia del Reino Unido, expresada en su desacato a la Resolución 40/21 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que pedía una solución global a la “Cuestión de las Islas Malvinas”.

Además, los británicos disputaban la soberanía nacional con el avance de los pesqueros sobre aguas del Atlántico Sur y la imposición, en esas aguas, de una denominada “zona de protección”, con carácter militar, de 150 millas, medidas desde el centro del archipiélago, que nunca fue reconocida por la Argentina y que impedía el patrullaje regular, bajo la amenaza de ataque británico. El Canciller hizo saber a la Asamblea que el Reino Unido había incrementado “las fortificaciones militares en las islas Malvinas de modo totalmente desproporcionado a los peligros que decía quería evitar, aun cuando el gobierno del presidente Alfonsín manifestó formal y reiteradamente que se apelaría sólo a las vías pacíficas para lograr la legítima e irrenunciable restitución de las islas”.

 

Derribando argumentos expansionistas

Gran Bretaña ponía como excusa para sus extralimitaciones, primeramente “la urgente necesidad de evitar la depredación de los recursos”. Caputo les presentó un informe de la FAO (Food and Agriculture Organization), según el cual, “Bajo las circunstancias actuales no parece haber razón para esperar que la presión de pesca de la flota de altura en el Atlántico sudoccidental, pueda tener un impacto en el ecosistema del área”, destruyendo “todo tipo de sustento conservacionista a la medida británica”.

Seguidamente, Inglaterra esgrimía una supuesta “intransigencia argentina para firmar un acuerdo multilateral”. Remitiéndose nuevamente al mencionado informe FAO, éste “en ningún momento recomienda un acuerdo multilateral”, había dicho el diplomático. “Es más, sostiene claramente la necesidad de considerar las aguas de Malvinas en una situación especial, puesto que existe allí una controversia de soberanía y jurisdicción, que está en discusión en el seno de las Naciones Unidas”, concluía.

Las verdaderas intenciones que hubo de advertir fueron que “el Reino Unido, en realidad, quería sentarse en una misma mesa junto a la Argentina, ambos en su calidad de países ribereños en el Atlántico Sur, y negociar acuerdos multilaterales con los países cuyos buques están pescando en la zona. Así, bajo la apariencia de un propósito loable como es el de evitar la depredación del recurso ictícola, el Reino Unido esperaba obtener un reconocimiento de sus pretendidos derechos sobre ese mar. Ello era inaceptable para nosotros, ya que le habríamos reconocido, a un ocupante ilegítimo del territorio insular argentino, el carácter de Estado ribereño”.

En tercer lugar, el gobierno de su majestad, acusaba al nuestro de consagrar “acuerdos bilaterales de pesca con la Unión Soviética y Bulgaria y ejercer una jurisdicción que, de acuerdo al derecho internacional, corresponde a las islas Malvinas”, a lo que, con asombro, Caputo hubo de responder, diciendo: “el gobierno británico, que no ha firmado la convención del mar, sorprendentemente, invoca el derecho internacional actual, contenido en dicha convención, para justificar su posición”.

En cuarto lugar, Londres sostenía falta de colaboración argentina: “las recientes acciones del gobierno argentino muestran indiferencia a las necesidades de conservación y una preferencia por la obstrucción en vez de la cooperación”. Otra vez, el informe preliminar de la FAO, señalaba que: “La Argentina proporcionó información detallada sobre la captura y operaciones de pesca de su flota de altura, puso a disposición datos e informes de sus campañas de reconocimiento de recursos pesqueros más recientes y también contribuyó con una revisión actualizada de los recursos pesqueros y otros temas pertinentes relacionados con la pesca en el Atlántico sudoccidental”. Es decir, no ha lugar.

Asimismo, la cancillería, a cargo de Caputo, presentó documentos de política doméstica británica, tales como el informe 1984 de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes, el cual, señaló que: “no estamos convencidos de que se justifique el establecimiento de una zona exclusiva de pesca en aguas de las Malvinas” y agregó: “el ejercicio del poder de policía en tal tipo de zona crearía difíciles problemas legales y probablemente sería costoso. No necesariamente sería una función apropiada para los buques de la marina real destacados en el área y no creemos que el gobierno de su majestad debería asumir ligeramente compromisos que, en lugar de reducir, aumentarían la necesidad de una presencia naval grande en el Atlántico Sur”.

 

Enfrentamiento versus racionalidad

Por consiguiente, se preguntaba el canciller Caputo: “¿Qué motivo nos queda para explicar la acción británica? Creo señor presidente que la respuesta es sencilla: del análisis efectuado hasta aquí, queda claro que la conducta del gobierno británico responde a una lógica expansionista, una lógica que busca extender, cualquiera sea el precio, su ilegal ocupación del territorio insular y marítimo de mi país. (…) Más aún, es posible que, en definitiva, lo que quiera es buscar fricciones, provocar incidentes armados que consoliden la usurpación colonial y que aseguren el rédito político-electoral que en realidad se tiene como objetivo”.

El diplomático argentino, también había reflexionado sobre la negativa de Gran Bretaña a discutir, para solucionar, en el marco de la ONU, la cuestión de la soberanía: “(…) parece especialmente negativo que un miembro permanente del Consejo de Seguridad, esto es, uno de los cinco Estados particularmente responsables en la tarea de mantener la paz y seguridad internacionales, se obstine en no encarar la solución de un conflicto reconocido desde hace más de veinte años por nuestra organización e ignore el mayoritario llamado de la comunidad internacional.

En definitiva, esta Asamblea General puede comprobar las dos lógicas que se han desarrollado en el último mes: la del enfrentamiento y la expansión británica, y la de la paz, la racionalidad y la prudencia argentina”.

 

Recuperar este documento nos ha parecido especialmente valioso por los motivos que su transparencia hace evidentes, pero sobre todo, porque hubo una época, no muy lejana, en la cual, un Canciller argentino, hacía un uso magistral de la palabra y demostraba que con inteligencia y preparación, el diálogo diplomático entre naciones soberanas es posible, y deseable.

Mauricio Yennerich

 

Fuentes:

  • Baisotti Pablo, “Diplomacias y soberanía. Argentina y Gran Bretaña (1982-1989)”, en Diacronie, Studi di Storia Contemporania, Nº 29, 1, 2017;
  • Dante Caputo, lunes 24 de noviembre de 1986, discurso de apertura del 41° Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, “Cuestión de las islas Malvinas”, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto.