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domingo, mayo 5, 2024
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Domingo Teófilo Sahda (Coco) – In Memoriam

Mucho se puede escribir sobre su biografía y su vida como artista plástico. Esa faceta de su persona, la encomiendo a entendidos.

Simplemente quiero decir que Coco fue un amigo y compañero de secundario y de allí para toda la vida.
No le simpatizaban los teléfonos, ni Facebook, en fin, las modernas tecnologías, así que, doy gracias, me eligió a mí como emisora de algunos escritos y mensajes a otras personas. Todo por correo electrónico.
Tengo algunos documentos, pero hoy quiero recordarlo unido a su querida y admirada Escuela Normal…
Hablo en nombre de todos mis compañeros y de Coco: Promoción 1959 de Maestros Normales Nacionales.
“VOLVER”, de su autoría, lo recibí por correo el 23 de septiembre de 2015. Me lo envió con la intención de que se los reenvíe a los demás compañeros. Lo había leído en una reunión en casa de Myriam Galliari de Gauchat.
COCO querido: como ves sigo reenviando tus mensajes… Te quiero mucho…

Nené

“VOLVER”
“La convocatoria de rigor esta vez se produjo vía telefónica. El próximo domingo 21 de Setiembre, “Día del Estudiante”, la entidad CUNDE de Esperanza invitaba al reencuentro anual de maestros que celebraba, quizás modélicamente para la historia institucional del país, a la figura del docente, piedra miliar y fundante de la historia civil organizada al amparo de las convicciones Sarmientinas. Por decenas de años, sin interrupción alguna, la Escuela Norma de Esperanza “Domingo Faustino Sarmiento” invitaba a cobijarse en los amplios salones y patios llamando a sus Exalumnos (Recientes egresados, aquellos que celebraban sus Bodas de Plata, otros, sus Bodas de Oro como Maestros, en ejercicio o no), todos emergidos de la misma fragua modeladora, a reunirse en el “Día del Estudiante”. Como en todos los años pasados, la instancia inaugural del reencuentro sería el ingreso a la Escuela Normal; como hacía muchísimos años, el rostro imperturbable del “gran Sanjuanino” constataría su siembra augural desde el busto de bronce emplazado en el Hall.
En torno al mástil del patio puesto como vigía de la historia la Bandera flamearía empujada palmo a palmo por manos de una y otra promoción atenta la mirada y el gesto contenido de asistente que reflejaban en el rostro, en la presencia y la actitud el paso de los años, que no eran fronteras entre unos y otros, sino puentes de cálida referencia. En el círculo protector abrazos y exclamaciones, sonrisas y miradas de reconocimiento, exclamaciones y bromas.
Así fue, volví a vivir mi historia en el lugar al que pertenecí y del cual egresé orgulloso. La certeza de haber sido alumno de la Escuela Normal Esperancina se acompasaba en el silencio memorioso con los acordes del Himno creado por M. H. de Benítez, para nosotros la “China”, mientras recorría lentamente el lugar. Había llegado temprano, fiel a mi costumbre de adelantarme a los horarios preestablecidos. Quería evocar rostros queridos ausentes, sonrisas cómplices, frases y acciones que formaban parte de mi vida de ayer y que hoy, al amparo de la cita, volvían a mí.
Caminé solo, lentamente, por las galerías hoy cerradas con mamparas, ayer abiertas al viento y la lluvia ocasional que nunca mellaba nuestro fervor. Contemplé fotografías de otros tiempos, miradas de jóvenes plantados de frente al porvenir. La historia hecha de imágenes. Reconocí a muchos, me encontré a mí mismo junto a otros compañeros. Pertenecí a la generación de noveles secundarios que se abrió a la década de los ’60, de las disputas entre “Laica” o “Libre”. En las calles cercanas viví las primeras corridas callejeras al integrar manifestaciones contestatarias.
En los salones retumbaba alguna carcajada solo oída por mí. En los rincones me espiaba alguna mirada cómplice. Tropezaba con algún novel practicante que cargaba con el material didáctico que necesitaría para sus primeras experiencias frente a algún aula. Las sombras, los fantasmas del afecto compartido protegían mi andar despacioso. Volví a ver en el imaginario a Tita Mijno, quien desplegó ante mí las maravillas de nuestra lengua mientras alentaba mis devaneos incipientes con el arte. A Miss. Maradona que abrió ante mí el arcón de las lenguas extranjeras. Al impulso de Luisita Bianchi (la “Gata”) vi la primera y única exposición retrospectiva del Maestro del Arte Argentino Prilidiano Pueyrredón. La Profesora nos había indicado que debíamos viajar a Santa Fe para ello. Conocí entonces de su mano el Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa G. de Rodríguez”. Atento seguidor de la visita guiada, la primera de mi vida. Esta experiencia me marcó a fuego con el arte, con la docencia. Mis dos ideales. Sonreí al recordar las admoniciones de Marcelo Gay, impecable su presencia, medido su gesto. “Flor de artista en el consejo”, según entonábamos en aquella canción de despedida del 5º Año de entonces. Interin, el gesto medido de Egle Pochettino prometía que las maravillas de las culturas orientales y grecorromanas me dejarían absorto, conmovido, tal como fue constatado muchos años después en mis andares por el mundo. Sus referencias, especie de guía oculta, siempre certera y atinada fue parte del equipaje que me sostuvo muchas veces. Oí repentinamente la entonación firme, casi majestuosa de Isabel H. de Beaugé diciendo su poema “Normalistas”, cuya copia impresa resplandece en mi taller. La Bella Lola, jovencísima, que con gesto vehemente se esforzaba por inducirnos a pensar esa cosa compleja llamada “filosofía”, esforzado intento el de ella. El lejano ronroneo de la “paperino”, motito recién aparecida, guiada por Estela Trod quien, rauda se aprestaba, como todas las mañanas, a ordenar el “batallón” siempre alborotado, y por cierto mucho más luego del fenomenal “Galochazo” lanzado desde el fondo del aula por Rukavina, que se estampó en las espaldas de la Prof. Dalosto. Ello nos costó, al solidario grupo de varones 5 amonestaciones por cabeza como final del trémulo discurso que esta vez fue para todo el curso, dicho enfáticamente por “Madam Cozzi – la francesita que es Vice” según entonábamos a viva voz y para darnos confianza entre nosotros. La Geometría del Espacio, mundo al que tantas veces recurrí con el pasar de los años en mis afanes de escultor principiante, se lo debía con gratitud a Luisa Savoini-. Desde las sombras del recuerdo asomaba la cálida sonrisa y el sereno decir de Chuchi Morandi, señalando rumbos, haciéndonos ver más allá de lo obvio. Al Profe Molina, que tantas veces sacudió mi petulancia juvenil, lo reencontraría en la ceremonia prevista. Siempre infaltable a la cita, fiel a sus convicciones.
¡Basta con esta catarata de recuerdos! Me dije. Cerré el arcón de los recuerdos. Pronto comenzaría la ceremonia prevista. Arracimado a mis compañeros presentes en el lugar, apretando las manos de quienes, quizás sin pretenderlo, me ayudaron a crecer, a vivir, me oí decir, quedamente: “Gracias a la vida”. Desde la eternidad Lila me sonreía.
Domingo Sahda
(Textual como lo recibí)
Recepción Diciembre 1959 (Foto superior)
60 años de Maestros
13 de octubre de 2019

Misa
Al cumplirse el primer año del fallecimiento de Coco el domingo 30 de enero a la hora 11 se oficiará una misa en la Capilla San Pío de Pietrelcina, Perú 201, Esperanza. Será transmitida en vivo por Facebook Basilica Natividad Esperanza y por Instagram basilicanatividadesperanza