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miércoles, mayo 1, 2024
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Elecciones en Estados Unidos: pesos y contrapesos

La carrera electoral por la presidencia de Estados Unidos se encuentra ya en pleno desarrollo. Es entonces oportuno recordar algunos aspectos de su sistema político, principalmente el sistema electoral, teniendo en cuenta que esa nación representa el modelo más antiguo y estable de las constituciones modernas.

Víctor E. Beaugé
El funcionamiento normal del sistema descansa en el equilibrio de todos sus componentes, mediante el juego de pesos y contrapesos que logran lo que podríamos llamar un “empate” en el accionar de los factores de poder que, en toda sociedad, pugnan por obtener una porción mayor de los bienes societarios. El equilibrio no es estático sino dinámico, pues un determinado factor -un avance tecnológico por ejemplo- puede ocasionar el surgimiento de uno en detrimento de otro u otros.
Cuando Tocqueville, teniendo presente los excesos iniciales de la Revolución Francesa, viajó a Estados Unidos en el siglo XIX para estudiar la democracia de esa “nueva nación”, creyó que el voto popular llegaría a ser, en el futuro de ese país, un peligro: la “voluntad de la mayoría” podía transformarse en “la tiranía de la mayoría” si ésta terminara avasallando los derechos de la minoría.
Ese peligro también había preocupado a los creadores de la constitución norteamericana, y los contrapesos instituidos para impedirlo fueron: la elección indirecta del presidente mediante el Colegio Electoral, y un régimen federal que depositó en los estados constitutivos de la nación el manejo de la elección de los electores, es decir, los miembros del Colegio. Cabe recordar que en la elección el votante no elige candidatos sino electores, por lo que la mayoría de éstos determina el ganador, que no siempre coincide con el total del voto popular. Actualmente, el Colegio está integrado por 538 electores siendo la mayoría simple 270 votos; éste es el número necesario para elegir presidente y vicepresidente.
Inicialmente, la práctica había desequilibrado el sistema en favor de los electores que, por su cuenta, mediante “tomas y dacas” en el Colegio Electoral, decidían quien sería el presidente. Mas tarde, el surgimiento de los partidos políticos introdujo un contrapeso a aquella práctica, al requerirse la realización de primarias partidarias en cada estado y la posterior realización de una Convención Nacional, previa a la realización de la elección general, para que cada partido eligiera su candidato a la presidencia.
Estas Convenciones partidarias, demócrata y republicana, están compuestas por los delegados elegidos en las elecciones primarias estatales. La nómina de dichos delegados es elaborada, según los estados, por los partidos locales e incluye miembros de la legislatura local. Cada estado determina la fecha de la realización de la primarias, y si éstas serán abiertas o cerradas, a simple pluralidad de votos (el ganador se lleva todos los delegados), por sistema proporcional, o mediante mitines llamados caucus. También cada estado decide si el resultado de las primarias obliga legalmente a los delegados a votar después, en la Convención del partido, al candidato presidencial que hubiese obtenido el triunfo en su estado.
El voto no es obligatorio en Estados Unidos. Tampoco es feriado el día en que se llevan a cabo los comicios. Esto explica, en parte, el bajo porcentaje de votantes que acude a las urnas, que por lo general no supera el 70%. La población de color y las mujeres, desde un punto de vista histórico, son recién llegados a la arena electoral. El mandato presidencial es de cuatro años, renovable por igual período.
El proceso para elegir un presidente es complicado y largo, y la realización de las primarias puede llevar más de un año. Los candidatos visitan las principales ciudades de cada estado y procuran mantener contacto directo y personal con la mayoría de los votantes. Lo prolongado del proceso introduce nuevos actores (contrapesos) en el escenario: las encuestas, la televisión y el predominio del dinero.
Sin ellos ninguna candidatura puede sostenerse en el tiempo. Quienes han argumentado a favor del mantenimiento del actual sistema de las primarias señalan que el mismo es necesario para eliminar candidatos que no poseen las condiciones físicas y emocionales para actuar bajo presión prolongada, requisitos éstos para quien debe conducir un país de la talla de los Estados Unidos.
Para evitar una excesiva dependencia del dinero para mantenerse en carrera, los partidos acordaron no hace mucho que algunas primarias tuvieran lugar el mismo día. Así llegamos a los ” Super Tuesday” o “super -martes” en el que se celebran simultáneamente una docena de primarias estatales. No obstante, algunos estados, entre ellos Iowa y New Hampshire, han evitado unirse a los “super -martes” y mantienen las fechas originales para sus primarias a principios del año.
Las encuestas y la televisión han sustituido a los partidos políticos como representantes de la voluntad popular, incluso interpretando y explicando a la población las propuestas de los candidatos. La tradicional maquinaria partidaria se ha visto así relegada a un papel secundario, facilitando como consecuencia la aparición de “candidatos mediáticos”. Ultimamente, las redes sociales y organizaciones civiles funcionan como contrapesos de los medios, organizando reuniones y promoviendo contribuciones monetarias modestas que canalizan directamente a favor del candidato de su preferencia.
El juego de pesos y contrapesos en el sistema electoral de Estados Unidos pareciera inclinarse ahora a favor de una mayor y más transparente expresión de la voluntad popular, a pesar de triquiñuelas que ocurren en todas partes. Si bien muchos desean cambios, nadie se pronuncia ni favorece un cambio constitucional o estructural del sistema político.
Las razones de su fortaleza e ininterrumpida longevidad -el sistema lleva mas de doscientos años en funcionamiento- no pueden por supuesto explicarse solamente por el juego de pesos y contrapesos de su sistema electoral, no obstante la mayúscula importancia de este último.
El equilibrio total del sistema social, y las conductas de sus miembros, reposan más que nada en la flexibilidad del sistema político para que éste no impida la aparición de nuevos actores ni la desaparición de otros. Pareciera que ello es esencial para que puedan lograrse con el correr del tiempo nuevos equilibrios y evitar así la fractura inevitable que acompañaría un esquema rígido e impermeable al cambio.
Por supuesto, profundas causas sociales, y aún la distribución geográfica de la población y de los factores de poder, en un vasto territorio, facilitan el juego de aquellos pesos y contrapesos y aseguran la perdurabilidad del sistema.