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viernes, abril 26, 2024
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“Vairoleto no era un Robin Hood, sólo ayudaba para protegerse él”

INFORME – ENTREVISTA A NÉSTOR RUBIANO, BIÓGRAFO DEL BANDIDO RURAL. –  En diálogo con el autor del libro “Más allá de la frontera”, PUNTAL recorre la figura de este personaje popular sobre el que se han construido innumerables historias comparadas con las del Lejano Oeste.

“Nacido en Santa Fe en 1894, cerca de Cañada, de inmigrantes italianos. Juan Bautista lo llamaron, de apellido Vairoleto, bailarín sagaz, desafiante y mujeriego. Winchester en el recado, dos armas cortas también, un cuchillo atrás y un caballo alazán. Raya al medio con pañuelo, tatuaje en la piel, quedó fuera de la ley, quedó fuera de la ley.

Se enamoró de la mujer que pretendía un policía, lo golpeó, lo puso preso un tal Farach Elías. ‘Andate de Castex -le dijo-. Aquí tenemos leyes’. Corría el año 1919. Antes de irse, fue al boliche a verlo al fulano, con un 450 belga, revólver en mano, le agujereó el cuello y lo dejó tirado ahí. Ahora sí fuera de la ley, ahora sí fuera de la ley”, cantaba León Gieco en “Bandidos Rurales”, una canción que recuperó la figura de personajes como Juan Vairoleto, pero también los idealizó.

Néstor Rubiano es el autor de “Más allá de la frontera… Vairoleto”, un libro que concentra más de 10 años de investigación sobre este bandido rural que fue bautizado por la leyenda popular como el “Robin Hood Criollo”, aunque su biógrafo asegura: “Ayudaba para protegerse él, no lo hacía porque lo sintiera”.

En diálogo con PUNTAL, el escritor que ahora está radicado en Santa Rosa de La Pampa comenta que entre los testimonios recolectados para su investigación se encuentran la mujer de Vairoleto y toda su familia, sumado a casi 100 personas que lo conocieron de cerca.

– ¿Qué lo llevó a interiorizarse tanto por la figura de este bandido rural?
– Vairoleto es muy nombrado en el norte de La Pampa, donde yo vivía, y mi abuelo paterno había sido amigo de Vairoleto, lo había tenido trabajando con él e, incluso, cuando entró en la mala, mi abuelo le hizo alguna gauchada de prestarle un caballo o comprarle balas. Mi abuelo lo contaba con un poco de reserva, a pesar de que Vairoleto había fallecido hacía muchos años, la gente se cuidaba de contar esas cosas. Comencé a juntar a quienes habían conocido al personaje, que ya quedaban pocos, y los entrevisté. Publiqué el primer libro “Tras el rastro de Vairoleto” en 1998, algo que despertó mucho interés por los testimonios que allí presentaba. Me contactó entonces Telma Ceballos, la viuda de Vairoleto, y me invitó a conocerla, encuentros de los que salió el segundo libro, “La Morada del Tigre”, con las memorias de la mujer.
Este nuevo libro, “Más allá de la frontera… Vairoleto”, incluye los dos libros previos e incorpora toda la carrera delictiva del bandido rural, con testimonios, anécdotas e historias atrapantes que no han tenido pública difusión sobre el personaje. “Fueron 10 años de trabajo que desembocan en esta edición, 95 testimonios que contacté en persona, uno contando cómo fumaba, otro cómo montaba, distintos aspectos de Vairoleto, a lo que se sumaron otros aportes de investigación que completan 130 testimonios, algunos más importantes que otros, y que aportan información al libro”, comentó el autor.

– A partir de los testimonios que ha recolectado en todos estos años, ¿cómo era Vairoleto?
– Después de tantos testimonios, a Vairoleto casi que lo veo. Lo imagino un tipo astuto, de poco hablar, que cuando resolvía algo lo hacía por el lado de la venganza. Sabía cuánto daba la otra persona, analizaba la gestoexpresión en pocos minutos, algo que ahora se estudia en el mundo con cámaras, pero él ya lo dominaba. Después, en la fuga, se cuidaba hasta de su sombra. En el año 1919, cuando no se entrega y se da a la fuga, coincide con la muerte de su padre y fue al velorio vestido de mujer, es algo que está confirmado. Debajo de la pollera llevaba sus 2 revólveres calibre 38, estuvo al frente del ataúd y como no era muy alto pasó desapercibido. Esa es una prueba de lo astuto y audaz que era.

– Por los hechos en los que se ha involucrado se ha armado toda una leyenda, pero ¿era una figura como para ser idolatrada o era un delincuente?
– No era para idolatrarlo, la leyenda que lo envolvió y el culto que se le hizo en el sur de Mendoza, donde terminó sus días, magnificó la persona, pero era un bandido, un tipo con el que había que tener cuidado. Persuadía y la gente le hacía favores porque en la soledad del campo nadie te da la seguridad de que la Policía te protegiera. Así fue como uno le daba comida, otro caballos, otro refugio, pero no era tan amado. Además, la gente le tenía bronca a la Policía.

Enigmas del bandido

Rubiano negó que Vairoleto hubiera estado en Chaco, como algunos biógrafos aseguran. “Tengo la certeza de que no estuvo allí, fue una idealización y un recurso económico para ampliar la posibilidad de la venta, pero no hay nada que lo vinculara con ‘Mate Cosido’ (Segundo Peralta) en el norte, Vairoleto no hubiera hecho eso nunca, él hacía la suya, no hubiera dado una mano allá”,
asegura el biógrafo.

“No era ningún santo, la misma mujer cuenta que le hacía cartas a gente pudiente, es decir, extorsiones en el sur de Mendoza hasta el momento de su muerte, pero era tan astuto que no firmaba como Vairoleto, sino que lo hacía como ‘El Tigre de los Llanos’. Le mandaba cartas a varios bodegueros que, atemorizados y suponiendo que era Vairoleto, le dejaban la plata que él les pedía, donde les indicaba”.

Sobre el mito del “Robin Hood Criollo”, Rubiano afirma: “Vairoleto ayudaba para protegerse él, no lo hacía porque lo sintiera, hacía el trueque de la solidaridad porque necesitaba caballos, silencio o armas”. Precisa que en Mendoza incluso se había cambiado el nombre, haciéndose llamar Francisco Bravo, “pero la gente lo veía muy poco, porque él se desplazaba más que nada de noche, y los últimos tiempos no dormía en su casa, salía para buscar robos de hacienda, o para amenazar a otros tipos”, dice el biógrafo que analiza que, entre la canción de León Gieco (“Bandidos Rurales”) y textos literarios que sobre él se escribieron, se lo santificó, “pero no era ningún santo, no estaba empecinado en matar, pero hacía la suya”, puntualiza.

– ¿Nunca se retiró? ¿Siguió haciendo de las suyas hasta sus últimos días?
– Entre los años 1936 y 1938 hay un vacío del que nadie sabe bien qué pasó, pero luego se vieron algunos robos en Mendoza. Se vinculó con su esposa y se mantuvo en la clandestinidad, sin un trabajo público, con un par de laderos que lo ayudaban con sus actividades. Se mantuvo escondido en su doble vida.
Rubiano recuerda que en las décadas del ’60 y ’70, en Río Cuarto y la región algunas de las históricas compañías de radioteatro recuperaron la historia de Vairoleto, “tan es así que algunas de las compañías contrataron a su mujer para hacer presencia en las obras, aunque ella conoció la historia más tranquila de los últimos años”.

– ¿Cómo fue la muerte de Vairoleto?
– Se dio en una circunstancia en que la Policía detiene a uno de sus laderos que también era buscado: Vicente “El Ñato” Gascón. Le propusieron dejarlo en libertad si él les decía dónde estaba Vairoleto, pero él no lo sabía con certeza, aunque sabía que estaba por la zona de Mendoza, que si lo dejaban iba a rastrearlo. Detrás de Gascón fue la Policía, cuando lo encontraron fueron agentes de La Pampa y algunos que bajaron desde Mendoza, pero no le avisaron a la gente del lugar para que no lo alertaran.

– Es una historia muy al estilo Lejano Oeste.
– Sí, y él disparaba muy bien, algo que está comprobado. Hay anécdotas que aseguran que, en momentos de caza, él preguntaba en qué parte del cuerpo querían que les pegara un tiro a las vizcachas con su .38, y así lo hacía. Del mismo modo, con su Winchester, tenía una gran puntería.

– Y su caída es muy similar a la de Jesse James en Estados Unidos.
– Claro, porque la traición está presente en muchos de estos hechos. Incluso me costó llegar a ganarme la confianza de su familia para que me contaran muchas de las cosas que aparecen en el libro.

– ¿Queda pendiente algo en su trabajo en torno a la historia de Vairoleto?
– Lo que me hubiera gustado conocer son las cartas que él mandaba, no conozco la forma en la que él escribía, más allá de su firma. El resto ya lo he investigado todo y lo he contado a través de mis libros, desde donde nació (en Carlos Pellegrini, Santa Fe), algo que costó mucho porque era un pueblo que se llamaba Colonia Los Algarrobos, y encima se bautizó en San Jorge.

Sobre el autor

Néstor Rubiano nació en Alta Italia, en La Pampa, y luego de joven se fue a vivir a Huinca Renancó, donde hizo sus estudios en una carrera técnica.
Más de grande tuvo algunas colaboraciones con escritos para periódicos y con algunos trabajos literarios.
Luego se vinculó a un grupo de historiadores y comenzó a trabajar sobre la figura de Vairoleto.
Actualmente vive en Santa Rosa de La Pampa y tiene en su haber más de una decena de publicaciones.

Luis Schlossberg

Así escribe

Último adiós al padre…

El velatorio se llevó a cabo en la misma casa donde vivía Vittorio. La noticia puso en alerta a la milicada, que no tardó demasiado en rondar y “cercar” el velorio, con la intención de capturar a Juan Bautista que se encontraba en condición de prófugo.

En horas de la tarde, Francisco hizo saber a los que estaban que se decidía posponer el sepelio para el día siguiente, con el “argumento” de que venían en viaje algunos parientes de lejos.

Y fue así como, entre los que llegaron a las 23 horas aproximadamente, también lo hizo una “mujer” con una niña en los brazos, que se acercó al féretro, se quedó un largo rato y luego se retiró.

Más tarde, se supo que aquella “mujer” era Juan Bautista Vairoleto.
No se pudo determinar aún quién conducía o, al menos, de quién era el carruaje que traía a aquella “mujer” al velorio, pero Matilde Baudino, abuela de quien esto escribe, contó en reiteradas ocasiones que, “casualmente”, aquella noche su esposo salió con el breque para regresar muy tarde de madrugada y con los caballos muy sudados.

Al preguntarle dónde había estado, Ángel le respondió:
– En el velorio de Don Vittorio.
Pero sabiendo ella de las distancias entre las chacras, y observando el estado de los caballos le manifestó con cierta intriga:

– Pero si la chacra de Simón no está tan lejos como para que los animales suden tanto.
Entonces Ángel, sonriendo, le contestó:
– Lo que pasó es que tuve que trabajar de chofer, y llevar a su casa a una parienta del finado, que se le durmió la nena en los brazos.
Algunas voces oficialistas de aquel entonces, tratando de disimular el papelón policial, salieron rápido a descalificar el rumor, valiéndose del aparato estructural. Con los años, llegó a decirse que eso era teatro. Esto también fue “ingerido” dentro del gran paquete de cosas que infinidad de “articulistas” usarían para llenar ocasionalmente los distintos espacios.

Guido Botero, un hombre de Castex, aseguró muchas veces que él había estado en el velorio de Vittorio, y vio cuando Juan Bautista llegó vestido de mujer con una nenita en los brazos.

Don Ramón García, por su parte, siempre contaba que fue al velorio, y estaba de pie cerca del ataúd, mirando al difunto, cuando de pronto llegó una “mujer”, que se puso al lado del féretro y al mirarlo a él de frente, le guiñó un ojo. En el primer instante, Don Ramón dudó un poco, pero después se dio cuenta de que aquella “mujer” era Juan Bautista Vairoleto.

FUENTE: http://www.puntal.com.ar